Página 119 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Traslado a Míchigan
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do extremo de debilidad, y aunque nos encontrábamos en la parte
más fría del invierno. Necesité gran valor moral y fe en Dios para
tomar la decisión de arriesgar tanto; pero sabía que había un trabajo
que debía ser realizado, y me parecía que Satanás estaba decidido a
impedirme que lo llevara a cabo. Había esperado demasiado tiempo
para ser liberada de nuestra cautividad y temía que muchas almas
preciosas se perdieran a causa de la demora. Permanecer alejados
del campo durante más tiempo me parecía peor que la muerte. Si
hubiéramos querido abandonar la causa tendríamos que haber estado
dispuestos a perecer. De ese modo, el 19 de diciembre de 1866 sali-
mos de Battle Creek en medio de una tormenta de nieve, con rumbo
a Wright, Míchigan. Mi esposo soportó el viaje de 130 kilómetros
mucho mejor de lo que yo había anticipado, y cuando llegamos a
nuestro destino parecía encontrarse tan bien como lo estaba cuando
salimos de Battle Creek.
Allí comenzaron nuestros primeros esfuerzos efectivos desde su
enfermedad. Allí comenzó él a trabajar como en años anteriores,
aunque se encontraba más débil. Hablaba durante treinta o cuarenta
minutos el sábado de mañana y también el domingo, mientras yo
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ocupaba el resto del tiempo, y luego también hablaba en la tarde
de cada uno de estos días, como una hora y media cada vez. La
congregación nos escuchaba con gran atención. Vi que mi esposo
se iba poniendo más fuerte, se hacía más claro y más coherente en
sus temas. Y en una ocasión en que él habló durante una hora con
claridad y poder, teniendo sobre sí la carga de la obra como antes de
su enfermedad, mis sentimientos de gratitud fueron indecibles. Me
levanté en medio de la congregación y por casi media hora procuré
expresarlos en medio de mis lágrimas. La congregación quedó muy
conmovida. Tuve la seguridad de que éste era el comienzo de días
mejores para nosotros.
La mano de Dios en la restauración de mi esposo se vio en
forma evidente. Probablemente ninguna otra persona sobre la que
ha caído un golpe como el que afectó a mi esposo se ha recuperado.
Sin embargo, el grave ataque de parálisis que le había afectado
seriamente el cerebro, fue quitado de su siervo por la bondadosa
mano de Dios, y se le concedió nueva fortaleza en el cuerpo y en la
mente.