Página 121 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La muerte de mi esposo
A pesar de los trabajos, preocupaciones y responsabilidades que
habían abundado en la vida de mi esposo, cuando cumplió 60 años
de edad todavía se encontraba activo y vigoroso de mente y cuerpo.
Tres veces había sufrido ataques de parálisis, y sin embargo, por
la bendición de Dios, debido a una constitución física fuerte y a
la estricta observación de las leyes de la salud, había conseguido
recuperarse. Nuevamente viajaba, predicaba y escribía con su celo y
energía habituales. Habíamos trabajado lado a lado en la causa de
Cristo durante 36 años, y esperábamos continuar juntos para ver el
final triunfante. Pero no era ésa la voluntad de Dios. El protector
elegido de mi juventud, el compañero de mi vida, el que había
participado de mis trabajos y aflicciones, ha sido tomado de mi lado
y he quedado sola para terminar mi obra y pelear la batalla.
Pasamos juntos la primavera y la primera parte del verano de
1881 en nuestro hogar de Battle Creek. Mi esposo esperaba arreglar
sus asuntos, para que pudiéramos trasladarnos a la costa del Pacífico
y dedicarnos a escribir. Creía que habíamos cometido un error al
permitir que las necesidades de la causa y los ruegos de nuestros
hermanos nos hicieran ocuparnos en el trabajo activo de predicación,
cuando debiéramos haber estado escribiendo. Mi esposo deseaba
presentar más plenamente los gloriosos temas de la redención, y
yo había contemplado desde largo tiempo la preparación de libros
importantes. Ambos pensábamos que mientras nuestras facultades
mentales se encontraran intactas, debíamos completar estas obras,
y que era un deber hacia nosotros mismos y hacia la causa de Dios
alejarnos del calor de la batalla y dar a nuestro pueblo la preciosa
luz de la verdad con que Dios había iluminado nuestras mentes.
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Algunas semanas antes de la muerte de mi esposo, le hablé con
urgencia acerca de la necesidad de buscar un campo de trabajo donde
estuviéramos libres de las cargas que necesariamente nos llegaban
mientras nos encontrábamos en Battle Creek. Como respuesta él se
refirió a diversas cuestiones que requerían nuestra atención antes
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