Página 123 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

Basic HTML Version

La muerte de mi esposo
119
oportuna en tiempo de necesidad. El futuro se muestra sombrío e
incierto, pero el Señor no desea que nos preocupemos por esas cosas.
Cuando surjan las dificultades, él nos dará su gracia para soportarlas.
Lo que el Señor ha sido para nosotros y lo que ha hecho por nosotros
debiera hacernos sentir mucho agradecimiento para nunca murmurar
ni quejarnos. Nuestros trabajos, cargas y sacrificios, nunca serán
plenamente apreciados por todos. He llegado a comprender que he
perdido mi paz mental y la bendición de Dios al permitir que estas
cosas me perturben.
“Me ha parecido cosa dura el que mis motivos hayan sido mal
juzgados, y que mis mejores esfuerzos por ayudar, animar y fortale-
cer a mis hermanos se hayan vuelto contra mí una vez tras otra. Pero
debiera haber recordado a Jesús y sus frustraciones. Su alma fue
afligida porque no fue apreciado por la gente a quien vino a bendecir.
Debiera haberme espaciado en la misericordia y la amante bondad
de Dios, alabándolo más, y quejándome menos de la ingratitud de
mis hermanos. Si hubiera depositado todas mis preocupaciones en
el Señor, pensando menos en lo que otros decían y hacían contra mí,
hubiera disfrutado de más paz y gozo. En adelante evitaré ofender
por palabra o acción y ayudaré a mis hermanos a establecer caminos
rectos para sus pies. No me detendré a lamentarme por ningún mal
que se me haya infligido. He esperado de los hombres más de lo que
debiera. Amo a Dios y su obra, y también amo a mis hermanos”.
A medida que continuábamos nuestro camino, no me imaginaba
que ése sería el último viaje que haríamos juntos. El tiempo cambió
repentinamente de un calor opresivo a un frío intenso. Mi esposo
se enfrió, pero pensó que debido a su salud tan buena no recibiría
un daño permanente. Se esforzó en las reuniones llevadas a cabo
en Charlotte y presentó la verdad con mucha claridad y poder. Ha-
bló del placer que sentía al dirigirse a un grupo de personas que
manifestaban un interés tan profundo en los temas que él mismo
tanto apreciaba. “El Señor en verdad ha refrescado mi alma -dijo-,
mientras he estado compartiendo con otros el pan de vida. En todo
Míchigan la gente pide ansiosamente que se la ayude. ¡Cuánto anhe-
[106]
lo consolarlos, animarlos y fortalecerlos con las preciosas verdades
aplicables a este tiempo!”
A nuestro regreso al hogar, mi esposo se quejó de una leve in-
disposición, y sin embargo se dedicó a su trabajo como lo hacía