Página 149 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Los dos caminos
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todas las cosas está cerca. Preparaos también”. Su aspecto era el
mismo que el de todos los demás frívolos seres que los rodeaban,
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excepto cierto aire de tristeza que se advertía en sus semblantes. Su
conversación era igual a la de las alegres y atolondradas gentes que
con ellos iban, aunque de vez en cuando se detenían a señalar con
mucha satisfacción la leyenda de sus vestidos, y exhortaban a los
demás a que también se lo pusiesen en los suyos. Iban por el camino
ancho, y sin embargo, decían pertenecer a la compañía que viajaba
por el camino estrecho; pero sus compañeros les replicaban: “No
hay distinción entre nosotros. Somos iguales. Vestimos, hablamos y
obramos de igual manera”.
Luego, me fueron señalados los años 1843 y 1844. Reinaba
entonces un espíritu de consagración ahora ausente. ¿Qué le ha
sucedido al pueblo que profesa ser el pueblo peculiar de Dios? Vi
la conformidad con el mundo, la falta de voluntad para sufrir por la
verdad y notable rebeldía ante la voluntad de Dios. Me fue mostrado
el ejemplo de los hijos de Israel después que salieron de Egipto.
Dios, en su misericordia, los sacó de entre los egipcios, para que
pudiesen adorarle sin impedimento ni restricción. En el camino,
obró milagros por ellos, y los probó con estrecheces. Después que
Dios había obrado tales maravillas por ellos, y los había librado
tantas veces, se quejaban cuando advertían que él los probaba. Sus
palabras eran : “¡Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en
la tierra de Egipto!”
Éxodo 16:3
. Codiciaban los puerros y cebollas
que había en esa tierra.
Vi que muchos de los que profesaban creer la verdad referente a
los últimos días, encontraban extraño que los hijos de Israel murmu-
rasen en su camino, y que, después de tan maravilloso trato divino,
fuesen tan ingratos, que olvidaran cuanto Dios había hecho por ellos.
El ángel dijo: “Peor que ellos os habéis conducido vosotros”. Vi que
Dios les ha dado a sus siervos la verdad tan clara, tan explícita, que
es imposible negarla. Por doquiera que vayan, se les asegura la vic-
toria. Sus enemigos no pueden rebatir la convincente verdad. La luz
derramada es tan clara que los siervos de Dios pueden levantarse en
cualquier parte y dejar que la verdad, evidente y compacta, consiga
el triunfo; y sin embargo, aún no han estimado ni comprendido esta
grandiosa bendición. Si sobreviene una prueba, algunos miran hacia
atrás y creen que pasan por grandes dificultades, porque, a pesar