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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
de llamarse siervos de Dios, no conocen la purificadora eficacia de
las pruebas. A veces se forjan e imaginan pruebas ellos mismos, se
desalientan con tanta facilidad y sienten luego tan herido su amor
propio, que se perjudican a sí mismos, a los demás y a la causa
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de Dios. Satanás agranda sus tribulaciones y pone en sus mentes
pensamientos que, en caso de que se les preste atención, destruirán
su influencia y utilidad.
Algunos se han sentido tentados a retirarse de la obra, para
dedicarse a trabajos manuales. Vi que si Dios aparta de ellos su
mano y quedan sujetos a las enfermedades y la muerte, entonces
sabrán lo que son tribulaciones. Es muy terrible murmurar contra
Dios. Los que lo hacen no reparan en que el camino por donde van
es áspero y requiere abnegación y crucifixión del yo, y no han de
esperar que cuanto les suceda transcurra tan suavemente como si
anduvieran por el camino ancho.
Vi que algunos siervos de Dios, aun de entre los predicadores,
se desaniman tan fácilmente y son tan quisquillosos que se creen
despreciados y perjudicados cuando en realidad no es así. Consi-
deran penosa su suerte. No echan de ver lo que les sucedería ni las
angustias que pasarían si Dios apartase de ellos su mano, pues en-
tonces fuera su suerte diez veces más dura que antes, cuando estaban
empleados en la obra de Dios, sufriendo pruebas y privaciones, pero
con la aprobación del Señor.
Algunos de los que trabajan en la causa de Dios no se percatan
de cuando les va bien. Han sufrido tan pocas privaciones y conocen
tan poco la necesidad, las fatigas de la labor o las cargas del alma,
que cuando se encuentran bien y se ven favorecidos de Dios y
casi enteramente libres de angustia de espíritu, no lo comprenden
y se figuran que son grandes sus tribulaciones. Vi que a éstos los
despedirá Dios de su servicio a menos que manifiesten espíritu de
abnegación y estén dispuestos a trabajar gozosamente sin escatimar
esfuerzos. Dios no los reconocerá como siervos abnegados, sino
que suscitará quienes trabajen con fervor y no perezosamente, y
conozcan cuando disfrutan de bienestar. Los siervos de Dios deben
sentir responsabilidad por las almas y llorar entre la entrada y el
altar, exclamando: “Perdona, oh Jehová, a tu pueblo”.
Joel 2:17
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Algunos siervos de Dios han entregado sus vidas para gastar y
ser gastados en la causa de Dios, a tal punto que su salud se ha que-