Página 165 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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“Sé celoso y arrepiéntete”
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Estos preconceptos han sido tolerados demasiado tiempo. Se
ha efectuado una búsqueda en un pajar. Y cuando no surgieron
verdaderas dificultades en la iglesia, se fabricaron pruebas. La mente
de la iglesia y de los siervos del Señor queda desviada de Dios, la
verdad y el cielo, para espaciarse en las tinieblas. Satanás se deleita
en que continúen haciéndose tales cosas, pues eso lo satisface. Pero
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ninguna de estas pruebas es de las que han de purificar a la iglesia,
ni aumentarán al fin la fuerza del pueblo de Dios.
Vi que algunos se están marchitando espiritualmente. Han vivido
durante algún tiempo velando para mantener a sus hermanos en el
camino recto, observando todo defecto para crearles dificultades. Y
mientras hacían esto, su mente no se aferraba a Dios ni al cielo ni a
la verdad, sino precisamente donde Satanás quiere que se aferre: a
alguna otra persona. Los tales han descuidado sus almas; rara vez
advierten sus propios defectos, porque han tenido bastante que hacer
para observar los defectos ajenos. Ni siquiera analizan sus propias
almas ni escudriñan su propio corazón. Les llama la atención el
vestido de una persona, su sombrero o su delantal. Deben hablar a
éste o aquél, y esto basta para ocuparlos durante semanas. Vi que
toda la religión de algunas pobres almas consiste en observar la
vestimenta y las acciones de los demás, y censurarlas. A menos
que se reformen no habrá lugar para ellas en el cielo, porque hasta
criticarán al Señor mismo.
Dijo el ángel: “Estar en paz con Dios es una obra individual”. Se
efectúa entre Dios y nuestra propia alma. Pero cuando las personas se
preocupan tanto por los defectos ajenos, no se cuidan de sí mismas.
Estas personas llenas de preconceptos y de tendencias a la censura
se curarían probablemente de su hábito si trataran directamente con
el prójimo a quien consideran equivocado. Esto les resultaría tan
difícil que renunciarían a sus opiniones antes que hacerlo. Pero es
fácil hablar con libertad de esta o aquella persona, cuando el acusado
no está presente.
Algunos piensan que es malo procurar observar orden en el culto
de Dios. Pero he visto que tal cosa no es peligrosa. He visto que
la confusión desagrada al Señor, y que debe haber orden en la ora-
ción y también en el canto. No debemos ir a la casa de Dios a orar
por nuestras familias, a menos que nos induzca a ello un profundo
sentimiento, mientras el Espíritu de Dios las está convenciendo. Ge-