Página 170 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
espíritu cerrado y egoísta que Dios desprecia. Los que hacen una
profesión tan elevada y se cuentan entre el pueblo peculiar de Dios,
diciendo por su profesión que son celosos de buenas obras, debieran
ser nobles y generosos, y debieran manifestar siempre una disposi-
ción a favorecer a sus hermanos en lugar de sí mismos, y debieran
dar a sus hermanos la mejor oportunidad. La generosidad genera
generosidad. El egoísmo engendra egoísmo.
Vi que desde el verano pasado ha predominado la actitud de
apoderarse de tanto de este mundo como sea posible. No se han
guardado los mandamientos de Dios. Servimos a la ley de Dios con
la mente, pero las mentes de muchos han estado sirviendo al mundo.
Y mientras sus mentes estaban completamente ocupadas con las
cosas terrenas y sirviéndose a sí mismos, no podían servir a la ley de
Dios. No se ha guardado el sábado. En el caso de algunos, el trabajo
de seis días se ha prolongado hasta el séptimo. Con frecuencia se ha
tomado una hora y aún más, al comienzo y al final del sábado.
Algunos de los observadores del sábado que dicen al mundo
que están esperando la venida de Jesús, y que creen que tenemos el
último mensaje de misericordia, ceden a sus sentimientos naturales
y compran y venden, y su habilidad comercial es proverbial entre
los incrédulos, ya que son muy despiertos y siempre obtienen la
mejor parte en un negocio. Sería mejor que esas personas perdieran
un poquito y ejercieran una mejor influencia en el mundo, y una
influencia más feliz entre los hermanos, mostrando así que este
mundo no es su dios.
Vi que los hermanos debieran interesarse los unos por los otros.
Especialmente los que han sido bendecidos con riquezas debieran
tener una gran consideración y cuidado por los que no tienen bue-
na salud. Debieran recordar la lección enseñada por Jesús con la
parábola del buen samaritano.
Jesús dijo: “Que os améis unos a otros, como yo os he amado”.
Juan 15:12
. ¿Cuánto? Es imposible medir su amor. El dejó la gloria
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que tenía junto al Padre antes de la creación del mundo. “Más él
herido fue por nuestras rebeliones. Y molido por nuestros pecados;
el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados”.
Isaías 53:5
. El soportó pacientemente todas las indignida-
des y el escarnio. ¡Contemplad su agonía en el huerto, cuando oró
que la copa pasara de él! ¡Contemplad sus sufrimientos en el Calva-