Página 172 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
Se me mostró que todos debieran preocuparse de dar gloria a
Dios. Los que tienen posesiones han estado demasiado dispuestos a
excusarse por causa de su esposa y sus hijos. Pero vi que no se puede
tratar livianamente con Dios. Cuando él habla, debe ser obedecido.
Si la esposa o los hijos se encuentran en el camino e impiden que
se haga la obra, ellos debieran decir como Jesús le dijo a Pedro:
“¡Quítate de delante de mí, Satanás!”
Mateo 16:23
. ¿Por qué me
tentáis a retener de Dios lo que a él le pertenece con justicia, y
arruinar mi propia alma? Preocupaos de la gloria de Dios.
Vi que muchos tienen que aprender en qué consiste ser cristiano,
ya que no se trata de serlo de nombre; en cambio significa tener la
mente de Cristo, sometiendo la voluntad a Dios en todas las cosas.
Especialmente los jóvenes tienen una gran obra que hacer, porque
no han conocido lo que son privaciones o dificultades, y tienen una
voluntad predeterminada, y no someten esa voluntad a la gloria de
Dios. Todo funciona muy bien hasta que se contraría su voluntad, y
entonces pierden el control sobre sí mismos. No toman en cuenta la
voluntad de Dios. No se preocupan de la mejor manera de glorificar
a Dios, o de adelantar su causa, o de hacer bien a los demás. Su
única preocupación consiste en el yo, y en cómo gratificarlo. Esa
religión carece de valor. Los que la poseen serán pesados y hallados
faltos.
El verdadero cristiano se deleitará en esperar y vigilar para recibir
las enseñanzas de Dios y la conducción de su Espíritu. Pero en el
caso de muchos, la religión no es nada más que una práctica formal.
Falta la piedad vital. Muchos se atreven a decir: haré esto o aquello,
o bien no haré esto; y difícilmente sienten temor de ofender a Dios.
Los que actúan en esta forma, se me mostró, no podrán entrar en el
cielo tales como son. Pueden complacerse a sí mismos pensando en
que serán salvados, pero Dios no se complace en ellos. Sus vidas no
le agradan. Sus oraciones son una ofensa para él.
Cristo ahora les dice: “Sé, pues, celoso, y arrepiéntete”.
Apo-
calipsis 3:19
. Los amonesta bondadosa y fielmente a que compren
oro, vestidos blancos y colirio. Pueden elegir ser celosos y participar
abundantemente de la salvación o bien ser vomitados con disgusto
de la boca del Señor, y ser lanzados lejos de él. Dios no los soportará
para siempre. Manifiesta una tierna piedad, y sin embargo su Espíritu
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puede ser contristado por última vez. La dulce voz de la misericordia