Página 178 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
con respecto a sus hijos. Les permiten ser como el mundo, amar
la ostentación de la vestimenta y asociarse con los de influencia
venenosa porque odian la verdad. Al obrar así, estimulan en sus
hijos una disposición mundanal.
Vi que debe ser siempre un principio fijo para los padres cristia-
nos mantenerse unidos en el gobierno de sus hijos. Algunos padres
fallan al respecto; les falta unión. El defecto se advierte a veces en
el padre, pero con más frecuencia en la madre. La madre cariñosa
mima a sus hijos. El trabajo del padre le obliga a menudo a ausentar-
se de la casa y de la sociedad de sus hijos. La influencia de la madre
se hace sentir. Su ejemplo contribuye mucho a formar el carácter de
los hijos.
Algunas madres cariñosas les permiten a sus hijos costumbres
que no debieran ser toleradas por un momento. A veces se le ocultan
al padre las faltas de los hijos. La madre concede ciertas prendas de
vestir o algunas otras complacencias, con el entendimiento de que el
padre no sabrá nada de ello; porque él reprendería tales cosas.
Con esto se les enseña eficazmente a los niños una lección de
engaño. Luego, si el padre descubre estas faltas, se presentan excusas,
pero se dicen medias verdades. La madre no es franca. No considera
debidamente que el padre tiene el mismo interés que ella en los
hijos, y que no debiera dejarle ignorar los males o debilidades que
se les debiera corregir mientras son jóvenes. Se ocultan las cosas.
Los hijos conocen la falta de unión que hay entre los padres, y ello
tiene su efecto. Los hijos empiezan desde muy jóvenes a engañar y
a encubrir tanto a su padre como a su madre las cosas y presentarlas
con matices muy diferentes de los verdaderos. La exageración se
vuelve un hábito, y se llega a contar mentiras abiertas con pocos
remordimientos de conciencia.
Estos males se iniciaron cuando la madre ocultó las cosas al
padre, que tiene igual interés que ella en el desarrollo del carácter
de sus hijos. El padre debiera haber sido consultado libremente.
Debiera habérsele revelado todo. Pero la conducta opuesta, seguida
para ocultar los yerros de los hijos, estimula en ellos una disposición
a engañar y falta de veracidad y sinceridad.
La única esperanza de estos hijos, sea que profesen la religión o
no, consiste en que sean cabalmente convertidos. Todo su carácter
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debe cambiar. Madre irreflexiva, ¿piensa usted, mientras enseña a