Página 181 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Los jóvenes observadores del sábado
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Si los que profesan ser cristianos aman más a Jesús que al mundo,
se deleitarán al hablar de él como de su mejor amigo, en quien
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concentran los más caros afectos. El acudió en su auxilio cuando
ellos se sintieron perdidos y a punto de perecer. Cuando estaban
cansados y agobiados por el pecado, se volvieron hacia él. El quitó
su carga de la culpabilidad del pecado, quitó su pesar y aflicción, y
desvió toda corriente de sus afectos. Aborrecen ahora las cosas que
una vez amaron, y aman las cosas que aborrecían.
¿Se ha realizado este gran cambio en nosotros? No os engañéis.
Por mi parte, no tomaría el nombre de Cristo, sin darle todo mi
corazón, mis afectos indivisos. Debemos sentir la más profunda
gratitud por el hecho de que Jesús acepta esta ofrenda. El lo exige
todo. Cuando somos inducidos a ceder a sus requerimientos, y a
renunciar a todo, sólo entonces, y no antes, nos circuye con sus
brazos de misericordia. Pero, ¿qué damos cuando se lo damos todo?
Un alma contaminada de pecado para que Jesús la purifique, la
limpie por su misericordia y la salve de la muerte por su amor sin
par. Y sin embargo, vi que algunos piensan que es demasiado difícil
entregarlo todo. Me avergüenza oír hablar de esto, me avergüenza
escribirlo.
¿Habláis de abnegación? ¿Qué dio Cristo por nosotros? Cuando
os parece duro que Cristo lo requiera todo, id al Calvario, y llorad
por haber pensado así. ¡Contemplad las manos y los pies de nuestro
Libertador desgarrados por los crueles clavos, a fin de que fuésemos
lavados del pecado con su propia sangre!
Los que sienten el amor compelente de Dios no preguntan cuán
poco pueden dar a fin de obtener la recompensa celestial; no pre-
guntan cuál es la norma más baja, sino que buscan una perfecta
conformidad con la voluntad de su Redentor. Con ferviente deseo
entregan
todo
, y manifiestan un celo proporcional al valor del objeto
que buscan. ¿Cuál es ese objetivo? La inmortalidad, la vida eterna.
Amigos jóvenes, muchos de vosotros estáis lamentablemente
engañados. Os habéis satisfecho con algo que es menos que la
religión pura e inmaculada. Quiero despertaros. Los ángeles de Dios
procuran despertaros. ¡Ojalá que las verdades importantes de la
Palabra de Dios os hagan apreciar el peligro que os acecha y os
induzcan a realizar un examen cabal de vosotros mismos! Vuestros
corazones son todavía carnales. No están sujetos a la ley de Dios