Página 197 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El joven rico
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tales actos de bondad, y el que los haga no perderá su recompensa.
Pero una terrible cuenta subsiste contra muchos observadores del
sábado por actos de egoísmo y avaricia.
Me fue recordado un tiempo en el cual eran pocos los que es-
cuchaban y abrazaban la verdad. Estos no tenían muchos bienes
de este mundo. Las necesidades de la causa se dividían entre muy
pocos. Entonces era necesario que algunos vendiesen sus casas y
tierras, y consiguiesen otras más baratas para usarlas como refugio
u hogar, mientras que prestaban libre y generosamente sus recursos
al Señor para publicar la verdad y ayudar de otras maneras a hacer
progresar la causa de Dios. Mientras contemplaba a estos hermanos
abnegados, vi que habían soportado privaciones para beneficiar a
la causa. Vi a su lado a un ángel que señalaba hacia arriba y de-
cía: “¡Tenéis bolsas en el cielo! Tenéis en el cielo bolsas que no
envejecen. Resistid hasta el fin y grande será vuestra recompensa”.
Dios ha estado obrando en muchos corazones. La verdad por la
cual unos pocos se sacrificaron tanto, a fin de presentarla a otros, ha
triunfado, y multitudes la han aceptado. En su providencia Dios ha
obrado en ciertas personas acaudaladas, y las ha traído a la verdad
a fin de que a medida que la obra crece, sean suplidas las necesi-
dades de la causa. Muchos recursos han ingresado en las filas de
los observadores del sábado, y vi que actualmente Dios no exige
las casas que la gente necesita para vivir, a menos que se quieran
cambiar casas costosas por otras más económicas. Pero si los que
están en la abundancia no oyen su voz para separarse del mundo y
no hacen un sacrificio para Dios, vendiendo parte de su propiedad y
tierra, él los pasará por alto, y llamará a quienes estén dispuestos a
hacer cualquier cosa para Jesús, hasta el punto de vender sus casas
para satisfacer las necesidades de la causa. Dios quiere ofrendas
voluntarias. Los que den deben considerar que es privilegio el poder
hacerlo.
Algunos dan de su abundancia, pero no les falta nada. No se
niegan especialmente de ninguna cosa por la causa de Cristo. To-
davía tienen todo lo que el corazón puede desear. Dan liberalmente
y de corazón. Dios los observa y conoce y percibe con exactitud
sus acciones y motivos. Ellos no perderán su recompensa. Los que
no pueden dar con tanta liberalidad, no deben excusarse porque no
pueden hacer tanto como otros. Haced lo que podáis. Privaos de