Página 203 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El zarandeo
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El número de esta hueste había disminuido. Con el zarandeo
algunos fueron dejados a la vera del camino
Los descuidados e
indiferentes que no se unieron con quienes apreciaban la victoria y
la salvación lo bastante para perseverar clamando angustiosamente
por ellas, no las obtuvieron y quedaron rezagados en tinieblas; pero
sus lugares fueron ocupados en seguida por otros, que se unieron a la
hueste que había aceptado la verdad. Los ángeles malignos seguían
agrupándose en su derredor, pero ningún poder tenían sobre ellos
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Oí que los revestidos de la armadura proclamaban la verdad
con gran poder, y ella producía su efecto. Vi a las personas que
habían estado atadas; algunas esposas por sus consortes, y algunos
hijos por sus padres. Los sinceros, a quienes hasta entonces se les
había impedido oír la verdad, se adhirieron ardientemente a ella. Se
desvaneció todo temor a los parientes. Tan sólo la verdad les parecía
sublime, y la valoraban más que la misma vida. Habían tenido
hambre y sed de verdad. Pregunté por la causa de tan profunda
mudanza y un ángel me respondió: “Es la lluvia tardía; el refrigerio
de la presencia de Dios; el potente pregón del tercer ángel”.
Formidable poder tenían aquellos escogidos. Dijo el ángel: “Mi-
rad”. Vi a los impíos, malvados e incrédulos. Estaban todos muy
excitados. El celo y poder del pueblo de Dios los había enfurecido.
Cundía entre ellos la confusión. Vi que tomaban medidas contra la
hueste que tenía la luz y el poder de Dios. Pero esta hueste, aun-
que rodeada por densas tinieblas, se mantenía firme, aprobada por
Dios y confiada en él. Los vi perplejos; luego los oí clamar a Dios
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni cliente. ¡Ojalá fueses frío, o cliente! Pero
por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo
soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres
un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”.
Apocalipsis 3:15-17
.
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales
de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que
podáis resistir en el día malo y habiendo acabado todo estar firmes. Estad pues firmes,
ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia. Y calzados los
pies con el apresto del evangelio de paz; sobre todo tomando el escudo de la fe con que
podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y
la espada del Espíritu; que es la palabra de Dios. Orando en todo tiempo con toda oración
y súplica en el Espíritu y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los
santos”.
Efesios 6:12-18
.