Página 211 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La iglesia de Laodicea
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huérfanos tenían derecho a su caridad. Se dice que la religión pura
y sin mancha consiste en visitar a las viudas y a los huérfanos en
su aflicción, y en mantenerse sin contaminación del mundo. Vi
que esto no significaba solamente simpatizar con ellos empleando
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palabras de consuelo en su aflicción, sino además en ayudarles si
era necesario, con nuestros recursos. Los hombres y las mujeres
jóvenes a quienes Dios ha concedido salud pueden obtener una gran
bendición ayudando a las viudas y a los huérfanos en su necesidad.
Vi que Dios requiere que los jóvenes se sacrifiquen más por el
bien de otros. El exige más de ellos que lo que están dispuestos a
llevar a cabo. Si no se contaminan con el mundo, si dejan de seguir
las modas, y si dejan de lado los artículos inútiles adquiridos por
los amantes del placer para complacer su orgullo, y si en cambio
comparten sus recursos con personas dignas que padecen aflicción,
y si dan para sustentar la causa, tendrán la aprobación del que dice:
“Yo conozco tus obras”.
Apocalipsis 2:2
.
En el cielo reina el orden y Dios se complace por los esfuerzos
que su pueblo efectúa para avanzar con orden y sistema en su obra
aquí en la tierra. Vi que debía existir orden en su iglesia y que se
necesitaba sistema y organización para llevar a cabo con éxito la pro-
clamación del último gran mensaje de misericordia al mundo. Dios
está guiando a su pueblo en el plan de la dadivosidad sistemática,
y este es precisamente uno de los puntos que Dios está enseñando
a su pueblo, que afectará muy de cerca a algunos. Para ellos esto
es lo mismo que cortar el brazo derecho y arrancar el ojo derecho,
mientras que para otros constituye un gran alivio. Para las almas
nobles y generosas, las exigencias que se les imponen parecen muy
pequeñas, de modo que no se conforman con hacer tan poco. Algu-
nos tienen abundantes posesiones, y si apartan algo con propósitos
caritativos en lo que Dios los ha prosperado, la ofrenda les parece
una gran suma. El corazón egoísta se aferra lo mismo a una ofrenda
pequeña que a una abundante, y considera muy grande una suma
que realmente es reducida.
Se me llamó la atención al comienzo de esta última obra. En-
tonces algunas personas que amaban la verdad podían hablar conti-
nuamente de sacrificios. Dedicaron mucho a la causa de Dios, para
enviar la verdad a otros. Han enviado su tesoro de antemano al cielo.
Hermanos, vosotros que habéis recibido la verdad en un período