Página 271 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Experiencia personal
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tada hasta que cesó, y entonces experimenté agradecimiento porque
había concluido su sufrimiento. No pude llorar mientras mi hijo ago-
nizaba. Me dolía el corazón como si se me fuera a quebrantar, pero
no pude derramar una lágrima siquiera. En el funeral me desmayé.
Nos sentimos frustrados porque el Hno. Loughborough no pudo
dirigir los servicios fúnebres, y mi esposo habló en esa ocasión a
una congregación que llenaba completamente la iglesia. Después de
eso acompañamos a nuestro hijo al cementerio de Oak Hill, donde
lo dejamos hasta que el Dador de la vida venga para quebrantar las
cadenas de la tumba y llamarlo a la vida inmortal.
Al regresar del funeral encontré un gran vacío en mi hogar. Me
sentí reconciliada con la voluntad de Dios, pero a pesar de eso me
invadieron la tristeza y el abatimiento. No pude sobreponerme a los
desánimos del verano pasado. Al considerar la condición del pueblo
de Dios no sabíamos qué podíamos esperar. Satanás había obtenido
control de las mentes de algunas personas que estaban estrechamente
relacionadas con nosotros en la obra, y aun de algunos que habían
estado familiarizados con nuestra misión y habían visto los frutos en
nuestras labores y que no sólo habían sido testigos de la frecuente
manifestación del poder de Dios, sino también habían experimentado
su influencia sobre sus propios cuerpos. ¿Qué podíamos esperar del
futuro? Mientras mi hijo vivía, pensé que comprendía cuál era mi
deber. Estreché a mi querido bebé contra mi corazón y me alegré
de que por lo menos durante un invierno quedaría libre de grandes
responsabilidades, porque no era posible que fuera mi deber viajar en
invierno con mi criatura. Pero cuando me fue quitado, nuevamente
quedé sumida en gran perplejidad.
La condición de la obra y del pueblo de Dios casi nos abrumó.
Nuestra felicidad depende siempre de la condición de la obra de
Dios. Cuando su pueblo se encuentra en prosperidad, nos sentimos
libres, pero cuando hay apostasía y discordia entre ellos, no hay nada
que pueda hacernos sentir felices. Todo nuestro interés y nuestra
vida han estado entretejidos con el surgimiento y el progreso del
mensaje del tercer ángel. Estamos unidos a él, de manera que cuando
no prospera experimentamos gran sufrimiento mental.
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Por este tiempo mi esposo al repasar el pasado, comenzó a perder
confianza en casi todos. Muchas personas con quienes había tratado
de establecer amistad se habían convertido en enemigos, y algunos