Página 293 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La esclavitud y la guerra
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tener la institución, y los terribles extremos a que estarían dispuestos
a llegar antes de ceder. El sistema de la esclavitud ha reducido y
degradado a los seres humanos hasta el nivel de las bestias, y la
mayor parte de los amos de los esclavos los consideran como tales.
Las conciencias de esos amos se han endurecido, lo mismo que la
de Faraón; y si se ven obligados a poner en libertad a sus escla-
vos, sus principios permanecen inalterados, y si fuera posible harían
sentir a los esclavos todo su poder opresor. En ese momento me
pareció que era imposible deshacer la esclavitud. Solamente Dios
puede arrancar a los esclavos de las manos de sus desesperados e
infatigables opresores. Todo el abuso y la crueldad ejercidos hacia el
esclavo se pueden imputar con justicia a los que apoyan el sistema
de esclavitud, ya se trate de hombres del Sur o del Norte.
Me fueron presentados el Norte y el Sur. El Norte ha estado
engañado con respecto al Sur. Estos últimos están mejor preparados
para la guerra de lo que se había supuesto. La mayor parte de sus
hombres son hábiles en el uso de las armas, algunos de ellos por
experiencia en el campo de batalla, y otros debido a la práctica
habitual. Tienen ventajas sobre el Norte en este sentido, pero en
general no poseen el valor ni el aguante de los hombres del Norte.
Tuve una visión de la desastrosa batalla que se libró en Manas-
sas, Virginia. Fue una escena muy violenta y aflictiva. El ejército
del Sur lo tenía todo a su favor y estaba preparado para una terrible
lucha. El ejército del Norte avanzaba en triunfo, sin la menor duda
de que ganarían la victoria. Muchos eran descuidados y avanzaban
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con alardes como si la victoria ya hubiera sido suya. Al acercarse al
campo de batalla, muchos casi se desmayaban de cansancio y por
falta de refresco. No esperaban un encuentro tan terrible. Se preci-
pitaron a la batalla y lucharon valientemente y con desesperación.
Por todas partes había muertos y moribundos. Tanto el Norte como
el Sur experimentaron bajas considerables. Los hombres del Sur
sentían el peso de la batalla y en poco tiempo más habrían tenido
que retroceder aún más. Los soldados del Norte seguían avanzando
apresuradamente aunque su destrucción era muy grande. Justamente
en ese momento un ángel descendió y agitó su mano hacia atrás.
Instantáneamente se produjo una confusión en las filas. Les pareció
a los hombres del Norte que sus tropas habían comenzado a retirarse,
cuando en realidad no había ocurrido tal cosa, y eso produjo una pre-