Página 321 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Filosofías vanas y engañosas
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superior. No le dan a Dios la gloria que merece y que se le debe
tributar a su excelsa y excelente Majestad. En esta forma Satanás
cumple su propósito, y se complace porque los seres humanos caídos
presuntuosamente se exaltan a sí mismos tal como Satanás se exaltó
personalmente en el cielo y fue echado fuera. El sabe que si los seres
humanos se exaltan a sí mismos se acarrearán su propia ruina, lo
mismo que él.
Satanás fracasó en su empeño de tentar a Jesús en el desierto. El
plan de salvación pudo llevarse a cabo. Se pagó el exaltado precio
por la redención de la humanidad. Y ahora Satanás procura destruir
el fundamento de la esperanza cristiana y convertir las mentes hu-
manas en canales adulterados para que no se beneficien ni se salven
mediante el gran sacrificio que se ofreció. Induce a los seres hu-
manos caídos, “con todo engaño de iniquidad”, a creer que pueden
prescindir de una expiación, que no necesitan depender de un Salva-
dor crucificado y resucitado, que los propios méritos del ser humano
le conseguirán el favor de Dios. Y luego destruye la confianza de
los seres humanos en la Biblia, sabiendo muy bien que cuando tiene
éxito en eso y destruye la fe en el detector de engaños que coloca
una marca sobre su persona, entonces él está seguro. Afirma en las
mentes el engaño de que no existe un diablo personal, y los que
creen en esto no llevan a cabo ningún esfuerzo para resistir y luchar
contra lo que piensan que no existe. En esta forma los pobres y
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ciegos mortales adoptan la máxima: “cualquier cosa que sea está
bien”. No reconocen ninguna regla para medir su conducta.
Satanás induce a muchos a creer que orar a Dios es inútil y única-
mente un acto formal. Sabe muy bien cuán útiles son la meditación
y la oración para mantener a los seguidores de Cristo despiertos para
resistir su astucia y engaño. Mediante sus artimañas desea apartar
la mente de este importante ejercicio espiritual, para que el alma no
busque ayuda apoyándose en el Dios poderoso ni obtenga fortaleza
de él para resistir los ataques del enemigo. Se me llamó la atención a
las oraciones fervientes y eficaces del pueblo de Dios en la antigüe-
dad. “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras,
y oró fervientemente”
Santiago 5:17
. Daniel oraba a Dios tres veces
por día. El sonido de la oración ferviente pone furioso a Satanás
porque sabe que experimentará pérdida. Daniel fue preferido sobre
los presidentes y los príncipes porque había en él un espíritu de