Página 335 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La religión en la familia
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y angustiar a aquellos que no se proponían perjudicarnos. Puede
ser que a veces las exigencias del esposo parezcan irrazonables a
la esposa; pero si ella echara serena y sinceramente una segunda
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mirada al asunto, y lo considerara en una luz tan favorable como
fuese posible para el esposo, vería que, renunciando a su propia idea
y sometiendo su juicio al del esposo aun cuando ello contrariase sus
sentimientos, salvaría a ambos de la desdicha y les daría una gran
victoria sobre las tentaciones de Satanás.
Vi que el enemigo luchará tanto para inutilizar a los piadosos
como para quitarles la vida, y tratará de destruir su paz mientras ellos
vivan en este mundo. Pero su poder es limitado. Puede hacer calentar
el horno, pero Jesús y sus ángeles velarán sobre el cristiano que
confía para que sólo la escoria sea consumida. El fuego encendido
por Satanás no tiene poder para destruir o perjudicar el metal noble.
Es importante cerrar toda puerta posible que dé acceso a Satanás. Es
privilegio de cada familia vivir de tal manera que Satanás no pueda
aprovecharse de nada que digan o hagan sus miembros para hacer
que se hieran mutuamente. Cada miembro de la familia debe tener
presente que cada uno de ellos tiene tanto que hacer como los demás
para resistir a nuestro astuto enemigo, y con fervientes oraciones y
fe inquebrantable cada uno debe confiar en los méritos de la sangre
de Cristo y pedir su fuerza salvadora.
Las potestades de las tinieblas rodean el alma y ocultan a Jesús
de nuestra vista, y a veces no podemos hacer otra cosa sino esperar
entristecidos y asombrados hasta que pase la nube. A veces estos
momentos son terribles. Parece faltar la esperanza, y la desespera-
ción se apodera de nosotros. En estas horas angustiosas debemos
aprender a confiar, a depender únicamente de los méritos de la ex-
piación, y en toda nuestra impotente indignidad confiar enteramente
en los méritos del Salvador crucificado y resucitado. Nunca pere-
ceremos mientras hagamos eso, nunca. Cuando la luz resplandece
sobre nuestra senda, no es difícil ser fuertes con el poder de la gracia.
Pero para aguardar con paciencia y esperanza cuando las nubes nos
rodean y todo está oscuro, se requieren una fe y una sumisión que
unan nuestra voluntad con la de Dios. Nos desalentamos demasiado
pronto, y pedimos ardientemente que la prueba sea apartada de no-
sotros, cuando debiéramos pedir paciencia para soportarla y gracia
para vencerla.