Página 346 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
Dios mira el corazón. Los que tienen una posición tan fácil serán
recompensados de acuerdo con sus obras.
La posición ocupada por mi esposo no es envidiable. Requiere
estrecha atención, cuidado y trabajo mental, requiere el ejercicio de
juicio sólido y sabiduría. Requiere abnegación, un corazón dispuesto
y una voluntad firme para hacer avanzar las cosas. En esa impor-
tante posición Dios desea tener a un hombre que esté dispuesto a
aventurarse y arriesgar algo; que avance firmemente en favor del
bien, no importa cuáles sean las consecuencias; que luche contra los
obstáculos sin vacilar aunque su vida esté en juego.
El peso y la responsabilidad de esta obra hace actuar con gran
cuidado, causa noches insomnes y exige oración sincera, ferviente
y angustiosa. El Señor ha conducido a mi esposo para que tome
una responsabilidad tras otra. La censura de sus hermanos le causa
profunda aflicción, y sin embargo no debe vacilar en la obra. Com-
pañeros en la obra que tienen una apariencia de piedad, se oponen
a todos los movimientos de avance que Dios lo induzca a realizar,
y su tiempo precioso debe ocuparlo en viajar de un lugar a otro, en
trabajar con angustia de mente entre las iglesias a fin de deshacer
lo que esos hermanos fingidos han estado haciendo. ¡Pobres mor-
tales! Confunden las cosas; no saben con claridad en qué consiste
ser cristiano. Los que han sido enviados a dar un testimonio claro
y directo, y a reprochar el mal en el temor de Dios, a trabajar con
todas sus energías en la edificación del pueblo de Dios y afirmarlos
en puntos importantes de la verdad presente, con mucha frecuencia
han sido censurados en lugar de recibir simpatía y ayuda, mientras
los que, como usted mismo, han adoptado una posición sin compro-
miso, se los considera dedicados y se cree que tienen un espíritu
apacible. Pero Dios no los considera en esa forma. El precursor de
la primera venida de Cristo era un hombre que hablaba con llaneza.
Reprochaba el pecado y llamaba a las cosas por su nombre. Colocó
el hacha en la raíz del árbol. En esta forma se dirigió a una clase de
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conversos fingidos que vinieron a él para ser bautizados en el Jordán:
“¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento... Y ya también el
hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto todo árbol que
no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”.
Mateo 3:7-11
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