Página 36 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Sentimientos de desesperación
En junio de 1842, el Sr. Miller presentó su segunda serie de
conferencias en Portland. Consideré un gran privilegio poder asistir,
porque me había desanimado y no me sentía preparada para encon-
trarme con mi Salvador. Esta segunda serie despertó una conmoción
mucho mayor que la primera. Con pocas excepciones, las diferentes
denominaciones cerraron las puertas de sus iglesias al Sr. Miller.
Numerosos discursos pronunciados desde diversos púlpitos trataron
de poner de manifiesto los supuestos errores fanáticos del confe-
renciante; sin embargo, a pesar de esto, grandes grupos de ansiosos
oyentes asistieron a sus reuniones y muchos no pudieron entrar.
Los asistentes permanecían tranquilos y atentos. La manera
de predicar del Sr. Miller no era florida ni elocuente; en cambio
presentaba hechos sencillos y asombrosos que sacudían a los oyentes
y los sacaban de su descuidada indiferencia. A medida que avanzaba
iba apoyando sus declaraciones y teorías mediante las Escrituras. Sus
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palabras estaban revestidas de un poder de convicción que parecía
ponerles el sello del lenguaje de la verdad.
El predicador era cortés y compasivo. En ocasiones cuando
todos los asientos estaban ocupados, y también estaban llenos la
plataforma y los lugares alrededor del púlpito, lo vi abandonar el
púlpito y caminar por el pasillo para tomar de la mano a algún débil
anciano o anciana y conducirlos hasta un asiento, y luego regresar
para reanudar su conferencia. Verdaderamente le quedaba bien el
apodo de Papá Miller, porque se preocupaba con dedicación de las
personas con quienes se ponía en contacto, tenía modales afectuosos,
una disposición cordial y un corazón tierno.
Era un orador interesante y las exhortaciones que presentaba,
tanto para los cristianos profesos como para los impenitentes, eran
apropiadas y poderosas. Algunas veces en sus reuniones impera-
ba una atmósfera solemne tan definida que llegaba a ser dolorosa.
Muchas personas se sometían a las convicciones del Espíritu de
Dios. Hombres de cabellos canos y mujeres de edad avanzada se
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