Página 373 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Las dos coronas
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“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín
corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; mas haceos tesoros en
el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones
no minan ni hurtan; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si
tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es
maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay
en ti es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? Ninguno
puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al
otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a
Dios y a las riquezas”.
Mateo 6:19-24
.
Después, todo lo que yo había visto se me explicó como sigue:
La multitud que tan afanosamente porfiaba por la corona terrenal
estaba compuesta por los que aman los tesoros de este mundo y se
dejan engañar y lisonjear por sus efímeras atracciones. Vi algunos
que, a pesar de llamarse discípulos de Jesús, son tan ambiciosos
de tesoros terrenales que pierden el amor por los del cielo, obran
según el mundo y Dios los tiene por mundanos. Dicen que buscan
una corona inmortal, un tesoro en los cielos; pero su interés y su
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preocupación mayor está en adquirir tesoros terrenales. Quienes
tienen sus tesoros en este mundo y aman sus riquezas, no pueden
amar a Jesús. Podrán pensar que son justos, y aunque se aferran
como avaros a sus posesiones, no se les puede convencer de ello; no
son capaces de reconocer que aman más el dinero que la causa de la
verdad o los tesoros celestiales.
“Así que, si la lumbre que en ti hay son tinieblas, ¿cuántas serán
las mismas tinieblas?”
Mateo 6:23
. En la experiencia de los tales
llega un punto en que, por no apreciar la luz que se les dio, ésta se
convierte en tinieblas. El ángel dijo: “No podéis amar y adorar los
tesoros de la tierra y al mismo tiempo poseer verdaderas riquezas”.
Cuando vino a Jesús el joven que le dijo: “Maestro bueno, ¿qué haré
para poseer la vida eterna?” (
Mateo 19:16
), Jesús le dio a elegir entre
dos cosas: o se separaba de sus posesiones y obtenía la vida eterna,
o guardaba aquéllas y perdía ésta. El apreció sus riquezas más que el
tesoro celestial. La condición de separarse de sus tesoros y darlos a
los pobres, a fin de hacerse seguidor de Cristo y tener la vida eterna,
ahogó su buen deseo, y se fue triste.