Página 389 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La rebelión
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hombres la memoria de ellos, de no haber temido la provocación del
enemigo, no sea que se envanezcan sus adversarios, no sea que digan:
Nuestra mano poderosa ha hecho todo esto, y no Jehová. Porque
son nación privada de consejos, y no hay en ellos entendimiento.
¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto, y se dieran cuenta del
fin que les espera! ¿Cómo podría perseguir uno a mil, y dos hacer
huir a diez mil, si su Roca no los hubiese vendido, y Jehová no los
hubiera entregado?”
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En el ejército hay generales que están completamente dedicados
a detener esta terrible rebelión y guerra antinatural, y hacen todo
lo posible para conseguirlo. Pero la mayor parte de los oficiales y
hombres en posiciones efectivas, tiene un propósito egoísta personal
en el servicio. Todos buscan ganancias en el lugar donde están, y
muchos de los soldados genuinos que sirven de todo corazón se
acobardan y se desaniman. Desempeñan noblemente su parte en
la lucha contra el enemigo, pero sus propios oficiales los tratan en
forma brutal. Entre los soldados hay hombres que tienen buenos
sentimientos y espíritu independiente. No están acostumbrados a
mezclarse con una clase de hombres tan degradados como los que
se reúnen en caso de guerra; tampoco están acostumbrados a que
se los tiranice; que se los insulte y que se los trate como animales.
Les resulta muy difícil soportar todo eso. Muchos oficiales tienen
pasiones animales, y al colocárselos en puestos de autoridad tienen
buena oportunidad de poner en práctica su naturaleza de bestias.
Tiranizan a sus subordinados en la misma forma como los amos del
Sur tiranizan a sus esclavos. Estas actitudes hacen difícil reclutar
hombres para el ejército.
En algunos casos, cuando los generales se han encontrado en
un terrible conflicto armado, cuando sus hombres han caído como
lluvia, un refuerzo adecuado les hubiera concedido la victoria. Pero
otros generales no se preocupaban de cuántas vidas se perdían, y
en lugar de acudir en ayuda de los que luchaban, como si tuvieran
un mismo interés, han retenido la ayuda necesaria, temiendo que su
hermano general recibiera el honor de rechazar con éxito al enemi-
go. Debido a la envidia y los celos, hasta se han alegrado de ver al
enemigo ganar la victoria y rechazar a los hombres de la Unión. Los
hombres del Sur poseen un espíritu infernal en esta rebelión, pero
los hombres del Norte no están exentos de lo mismo. Muchos de