Página 401 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Peligros y deber de los ministros
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y se convierten en infieles. Todo eso es el resultado de unas pocas
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palabras pronunciadas descuidadamente, las que tenían un poder
oculto porque parecían formar parte de un misterio.
Esta es la obra de un espíritu maligno y astuto. Los que son
asediados por las dudas y que tienen dificultades que no pueden
resolver, no debieran arrojar la misma confusión sobre otras men-
tes débiles. Algunos han insinuado o expresado abiertamente su
incredulidad y la han divulgado, sin imaginar los efectos resultan-
tes. En algunos casos las semillas de incredulidad han producido
efecto inmediato, mientras que en otros han permanecido enterradas
durante largo tiempo, hasta que la persona se ha desviado y dado
lugar al enemigo, por lo que la luz de Dios ha sido quitada de él y ha
caído bajo las poderosas tentaciones satánicas. Entonces las semillas
de infidelidad que habían sido sembradas tanto tiempo antes han
brotado. Satanás las nutre para que den fruto. Cualquier cosa que
proceda de ministros que debieran andar en la luz ejerce una pode-
rosa influencia. Y cuando no han permanecido en la diáfana luz de
Dios, Satanás los ha usado como instrumentos y por su intermedio
ha disparado sus dardos encendidos a las mentes que no estaban
preparadas para resistir lo que procedía de sus pastores.
Vi que los ministros, como el pueblo, tienen ante ellos una lucha
en la que deben resistir a Satanás. El ministro profesional de Cristo
se encuentra en una posición temible cuando sirve a los propósitos
del tentador al escuchar sus insinuaciones y dejar que cautive la
mente y guíe los pensamientos. El pecado más lastimoso a la vista
de Dios es dar expresión a la incredulidad y arrastrar otras mentes
hacia el mismo tenebroso canal, permitiendo así que Satanás realice
un doble propósito al tentarlos. Desestabiliza la mente de aquel cuyo
comportamiento ha estimulado sus tentaciones, y luego lo insta a
desestabilizar las mentes de muchas personas.
Ya es tiempo de que los vigías de los muros de Sión compren-
dan la responsabilidad y el carácter sagrado de su misión. Debieran
sentir que existe una maldición sobre ellos si no realizan la obra
que Dios les ha encomendado. Si son infieles ponen en peligro la
seguridad del rebaño de Dios, hacen peligrar la causa de la verdad y
la exponen al ridículo de los enemigos. ¡Oh, qué obra es ésta! Cierta-
mente recibirá la recompensa que merece. Algunos ministros, como
también miembros, necesitan convertirse. Necesitan ser deshechos