Página 419 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Peligros de la juventud
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yendo cuentos, o haciendo crochet o bordados. Sus corazones son
tan insensibles como una piedra. Pero, ¿dónde está el origen de este
mal? ¿Quiénes son generalmente los más culpables? Los pobres y
engañados padres. Ellos pasan por alto el bien futuro de sus hijas, y
en su ternura equivocada las dejan en la ociosidad, o les permiten
hacer cosas que tienen poca utilidad o no requieren ejercicio de la
mente o de los músculos, y luego disculpan a sus hijas indolentes
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porque son débiles. Pero, ¿qué es lo que las ha debilitado? En mu-
chos casos ha sido la conducta errónea de los padres. Una cantidad
apropiada de ejercicio en la casa mejoraría tanto su mente como
su cuerpo. Pero, debido a ideas erróneas, las niñas son privadas de
dicho ejercicio, hasta que llegan a profesar aversión al trabajo; éste
les desagrada, y no concuerda con sus ideas de la finura. Creen que
es indigno de una dama, y hasta grosero, lavar los platos, planchar o
inclinarse sobre la artesa de lavar ropa. Tal es la instrucción que está
de moda dar a las hijas en esta época desdichada.
Los hijos de Dios deben ser gobernados por principios superiores
a los de los mundanos, que tratan de medir todo su proceder por
la moda. Los padres que temen a Dios deben educar a sus hijos
para una vida de utilidad. No deben permitir que sus principios
de gobierno estén mancillados por las nociones extravagantes que
prevalecen en esta época. Tampoco deben conformarse a las modas
ni ser gobernados por las opiniones de los mundanos. No deben
permitir a sus hijos que elijan sus compañeros. Enseñadles que
es vuestro deber elegirlos por ellos. Preparadlos para llevar cargas
mientras son jóvenes.
Si vuestros hijos no se han acostumbrado al trabajo, pronto se
cansarán. Se quejarán de dolores en los costados y en los hombros,
y de que tienen los miembros cansados; y vuestra simpatía os hará
correr el riesgo de hacer el trabajo vosotros mismos más bien que
verlos sufrir un poco. Sea muy ligera al principio la carga impuesta a
los niños, y luego vaya aumentando un poco cada día, hasta que pue-
dan hacer la debida cantidad de trabajo sin cansarse. La inactividad
es la causa principal de los dolores en los costados y los hombros de
los niños.
Hay en esta época una clase de señoritas que son seres senci-
llamente inútiles, pues sirven solamente para respirar, comer, lucir
vestidos y hablar sandeces, mientras sostienen entre los dedos algún