Página 420 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
tejido o bordado. Pero pocas jóvenes manifiestan juicio sano y buen
sentido común. Llevan una vida de mariposas, sin propósito especial.
Cuando esta clase de compañías mundanas se reúnen, todo lo que se
puede oír son unas pocas observaciones tontas acerca de los vestidos,
o algún asunto frívolo; y luego se ríen de sus propias observaciones
que consideran muy inteligentes. Esto lo hacen frecuentemente en
presencia de personas mayores, que no pueden sino entristecerse
ante tal falta de respeto por sus años. Estas jóvenes parecen haber
perdido todo sentido de modestia y de buenos modales. Sin embar-
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go, la manera en que han sido instruidas las induce a pensar que su
conducta es un dechado de gentileza.
Este espíritu es como una enfermedad contagiosa. El pueblo
de Dios debe elegir la compañía que han de frecuentar sus hijos, y
enseñarles a evitar la de los mundanos. Las madres deben llevar a sus
hijas consigo a la cocina y educarlas pacientemente. Su constitución
se beneficiará con este trabajo; sus músculos adquirirán tono y
fortaleza, y sus meditaciones serán más sanas y elevadas al fin del
día. Tal vez se cansen; pero ¡cuán dulce es el reposo después de
trabajar como es debido! El sueño, dulce restaurador natural, vigoriza
el cuerpo cansado y lo prepara para los deberes del día siguiente.
No causéis en vuestros hijos la impresión de que no importa que
trabajen o no. Enseñadles que se necesita su ayuda, que su tiempo
es valioso y que contáis con su trabajo.
Se me ha mostrado que mucho pecado es resultado de la ociosi-
dad. Las manos y las mentes activas no hallan tiempo para ceder a
toda tentación que el enemigo sugiere; pero las manos y los cerebros
ociosos están totalmente preparados para ser dominados por Satanás.
Cuando la mente no está debidamente ocupada, se espacia en cosas
impropias. Los padres deben enseñar a sus hijos que la ociosidad
es pecado. Se me mencionó lo que se dice en (
Ezequiel 16:49
):
“He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia,
saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas;
y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso”.
Los hijos deben sentir que tienen una deuda con sus padres que
los han vigilado durante su infancia, y cuidado en tiempos de enfer-
medad. Deben darse cuenta de que sus padres han sufrido mucha
ansiedad por ellos. Los padres piadosos y concienzudos han sentido
especialmente el más profundo interés en que sus hijos eligiesen