Página 422 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
y sus mentes juveniles no están agobiadas por las preocupaciones y
responsabilidades. Mientras están así libres, deben dedicar lo mejor
de su fuerza a Dios.
Estamos viviendo en una época desdichada para los niños. Se
siente una fuerte corriente que arrastra hacia abajo, hacia la per-
dición, y se necesita algo más que la experiencia y las fuerzas de
un niño para remontar esa corriente y no ser llevado por ella. Los
jóvenes en general parecen cautivos de Satanás, y éste y sus ángeles
los llevan a una destrucción segura. Satanás y sus huestes hacen
guerra contra el gobierno de Dios. A todos los que tienen deseo
de entregar su corazón al Señor y de obedecer sus requerimientos,
Satanás tratará de causarles dudas y confusión y de vencerlos con
sus tentaciones, a fin de que se desalienten y renuncien a la lucha.
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Padres, ayudad a vuestros hijos. Despertad del letargo que ha pe-
sado sobre vosotros. Velad continuamente para detener la corriente
y rechazar el peso del mal que Satanás está echando sobre vuestros
hijos. Los niños no pueden hacer esto de por sí, pero los padres
pueden hacer mucho. Mediante la oración ferviente y la fe viva,
ganarán grandes victorias. Algunos padres no se han dado cuenta
de las responsabilidades que pesan sobre ellos, y han descuidado la
educación religiosa de sus hijos. Por la mañana, los primeros pensa-
mientos del cristiano deben fijarse en Dios. Los trabajos mundanales
y el interés personal deben ser secundarios. Debe enseñarse a los
niños a respetar y reverenciar la hora de oración. Antes de salir de
la casa para ir a trabajar, toda la familia debe ser convocada, y el
padre, o la madre en ausencia del padre, debe rogar con fervor a
Dios que los guarde durante el día. Acudid con humildad, con un
corazón lleno de ternura, presintiendo las tentaciones y peligros que
os acechan a vosotros y a vuestros hijos, y por la fe atad a estos
últimos sobre el altar, solicitando para ellos el cuidado del Señor.
Los ángeles ministradores guardarán los niños así dedicados a Dios.
Es el deber de los padres creyentes levantar así, mañana y tarde,
por ferviente oración y fe perseverante, una valla en derredor de sus
hijos. Deben instruirlos con paciencia, enseñándoles bondadosa e
incansablemente a vivir de tal manera que agraden a Dios.
La impaciencia de los padres excita la de los hijos. La ira ma-
nifestada por los padres, crea ira en los hijos, y despierta lo malo
de su naturaleza. Algunos padres corrigen a sus hijos severamente