Página 424 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
Los padres no pueden tener éxito en el gobierno de sus hijos
antes de haber adquirido perfecto dominio sobre sí mismos. Deben
primero aprender a subyugarse, a dominar sus palabras y la misma
expresión de su rostro. No deben permitir que se turbe el tono de
su voz, o se agite con excitación e ira. Entonces podrán tener una
influencia decisiva sobre sus hijos. Los hijos pueden desear hacer lo
recto, pueden proponerse en su corazón ser obedientes y bondadosos
para con sus padres o tutores; pero necesitan ayuda y estímulo de
parte de ellos. Pueden hacer buenas resoluciones, pero a menos que
sus principios sean fortalecidos por la religión y en sus vidas reine
la influencia de la gracia renovadora de Cristo, no alcanzarán su
objetivo.
Los padres deben duplicar sus esfuerzos para la salvación de sus
hijos. Deben instruirlos con fidelidad, y no permitir que obtengan su
educación ellos mismos como mejor puedan. No se debe permitir
que los jóvenes aprendan lo bueno y lo malo indistintamente, con la
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idea de que en algún tiempo futuro lo bueno prevalecerá y lo malo
perderá influencia. Lo malo se desarrolla más rápidamente que lo
bueno. Es posible que lo malo que hayan aprendido sea erradicado
después de muchos años; pero ¿quién quiere correr ese riesgo? El
tiempo es corto. Es más fácil y mucho más seguro sembrar semilla
limpia y buena en el corazón de vuestros hijos, que arrancar las
malas hierbas después. Es el deber de los padres velar para que las
influencias que rodean a sus hijos no tengan un efecto perjudicial
sobre ellos. Es su deber elegirles los compañeros que han de tener y
no dejar que ellos mismos los elijan. ¿Quién cumplirá este deber si
los padres no lo hacen? ¿Pueden los demás tener en favor de vuestros
hijos el interés que debierais tener vosotros? ¿Pueden ejercer ese
cuidado constante y amor profundo que sienten los padres?
Puede suceder que los niños observadores del sábado se impa-
cienten por las restricciones y piensen que sus padres son demasiado
estrictos; y hasta puede suceder que se susciten en sus corazones
sentimientos duros y lleguen a alimentar pensamientos de descon-
tento y pesar contra aquellos que obran para su bien presente, futuro
y eterno. Pero si llegan a vivir algunos años más, bendecirán a sus
padres por el cuidado estricto y la vigilancia fiel que ejercieron sobre
ellos en sus años de inexperiencia.