Página 428 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
profesan ser cristianos han suprimido la línea de demarcación entre
los cristianos y el mundo; y aunque profesan vivir por Cristo, están
viviendo para el mundo. Su fe ejerce escasa influencia refrenadora
sobre sus placeres; mientras que profesan ser hijos de la luz andan
en oscuridad y son hijos de la noche y de las tinieblas.
Los que andan en tinieblas no pueden amar a Dios ni desear
sinceramente glorificarle. No son iluminados para discernir la exce-
lencia de las cosas celestiales, y por lo tanto no pueden amarlas de
veras. Profesan ser cristianos porque ello es considerado honorable,
y no tienen que llevar cruz alguna. Sus motivos son a menudo egoís-
tas. Tales personas, que profesan ser cristianas, pueden entrar en un
salón de baile y participar de todas las diversiones que éste propor-
ciona. Otras no pueden ir tan lejos, pero asisten a fiestas, salidas
campestres, exposiciones y otras diversiones. Y el ojo más avizor
no lograría discernir en los tales cristianos profesos una sola señal
de cristianismo. Uno no podría ver en su aspecto diferencia alguna
entre ellos y el mayor incrédulo. El cristiano profeso, el disoluto,
el que se burla abiertamente de la religión, y el que es francamente
profano, todos se mezclan como un solo cuerpo, y Dios los considera
uno en espíritu y práctica.
Una profesión del cristianismo, sin la fe y las obras correspon-
dientes no servirá de nada. Nadie puede servir a dos señores. Los
hijos del maligno son los siervos de su señor, al cual se entregaron
para obedecerle; son sus siervos, y no pueden ser siervos de Dios
a menos que renuncien a todas sus obras. No puede ser inofensivo
para los siervos del Rey celestial tomar parte en los placeres y diver-
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siones en que participan los siervos de Satanás, aun cuando repitan
a menudo que las tales diversiones son inocentes. Dios ha revelado
verdades sagradas y santas que han de separar a sus hijos de los
impíos y purificarlos para sí. Los adventistas del séptimo día deben
vivir conforme a su fe. Los que obedecen los Diez Mandamientos
consideran el estado del mundo y las cosas religiosas desde un punto
de vista completamente diferente del que tienen los que profesan ser
cristianos, pero son amantes de los placeres, rehuyen la cruz y viven
violando el cuarto mandamiento.
En el actual estado de la sociedad, no es tarea fácil para los
padres refrenar a sus hijos e instruirlos de acuerdo con la norma de
lo recto que establece la Biblia. Los que profesan tener religión se