Página 431 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Andad en la luz
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ellos. ¡Cuán grandes son las tinieblas de los tales! Sin embargo, no
lo saben. La luz resplandece, pero no lo comprenden. No hay mayor
engaño que pueda seducir a la mente humana que aquel de hacer
creer a los hombres que están perfectamente bien y que Dios acepta
sus obras cuando están pecando contra él. Confunden la forma de la
piedad con el espíritu y poder de ella. Suponen que son ricos y no
necesitan nada, cuando son pobres, miserables, ciegos y desnudos, y
lo necesitan todo.
Hay quienes profesan seguir a Cristo, y sin embargo, no hacen
esfuerzo alguno en las cosas espirituales. En cualquier empresa
mundanal realizan esfuerzos y manifiestan ambición para lograr su
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objeto y obtener el fin deseado; pero en la empresa de la vida eterna,
donde todo está en juego y donde la felicidad eterna depende de
su éxito, obran con tanta indiferencia como si no fuesen agentes
morales, como si otro estuviese jugando el juego de la vida por ellos,
y no tuviesen nada que hacer sino aguardar el resultado. ¡Oh, qué
insensatez! ¡Qué locura! Si todos quisieran tan sólo manifestar el
grado de ambición, celo y fervor para la vida eterna que manifiestan
en sus empresas mundanales, serían vencedores y victoriosos. Vi
que cada uno debe obtener experiencia por sí mismo, cada uno debe
desempeñar bien y fielmente su parte en el juego de la vida. Satanás
aguarda su oportunidad para arrebatar las gracias preciosas cuando
estamos desprevenidos, y tendremos que sostener un severo conflicto
con las potestades de las tinieblas para retenerlas, o para recuperar
una gracia celestial si por falta de vigilancia la perdemos.
Pero me fue mostrado que es privilegio de los creyentes obtener
fuerza de Dios para retener todo don precioso. La oración ferviente
y eficaz será respetada en el cielo. Cuando los siervos de Cristo
toman el escudo de la fe para defenderse, y la espada del Espíritu
para la guerra, hay peligro en el campamento del enemigo, y algo
debe hacerse. La persecución y el oprobio acechan a aquellos que
están dotados de poder de lo alto y dispuestos a ponerlo en acción.
Cuando la verdad, en su sencillez y fuerza, prevalezca entre los
creyentes y ejerza su influencia contra el espíritu del mundo, será
evidente que no hay concordia entre Cristo y Belial. Los discípulos
de Cristo deben ser ejemplos vivos de la vida y el espíritu de su
divino Maestro.