Página 432 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
Jóvenes y ancianos tienen que sostener un conflicto, una guerra.
No tienen que dormirse ni por un momento. Un enemigo astuto está
constantemente alerta para descarriarlos y vencerlos. Los que creen
en la verdad presente deben ser tan vigilantes como su enemigo y
manifestar sabiduría para resistir a Satanás. ¿Lo harán? ¿Persevera-
rán en esta guerra? ¿Se apartarán cuidadosamente de toda iniquidad?
Se niega a Cristo de muchas maneras. Podemos negarle hablando
de una manera contraria a la verdad, hablando mal de otros, conver-
sando insensatamente o bromeando, o mediante palabras ociosas.
En estas cosas manifestamos poca perspicacia o prudencia. Nos
debilitamos a nosotros mismos; nuestros esfuerzos son débiles para
resistir a nuestro gran enemigo, y somos vencidos. “De la abundan-
cia del corazón habla la boca”.
Mateo 12:34
. Y por nuestra falta de
vigilancia, confesamos que Cristo no está en nosotros.
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Los que vacilan en cuanto a dedicarse sin reserva a Dios no
siguen fielmente a Cristo. Le siguen a una distancia tan grande
que la mitad del tiempo no saben realmente si están siguiendo en
sus pisadas o en las del gran enemigo. ¿Por qué tardamos tanto en
renunciar a nuestro interés en las cosas de este mundo, y admitir a
Cristo como nuestro único interés? ¿Por qué habíamos de desear
conservar la amistad de los enemigos de nuestro Señor, seguir sus
costumbres y ser guiados por sus opiniones? Debemos entregarnos
completamente y sin reserva a Dios, apartarnos del amor al mundo
y a las cosas terrenales, o no podremos ser discípulos de Cristo.
La vida y el espíritu de Cristo son la única norma de excelen-
cia y perfección; y la única conducta segura que podamos seguir
es la que él ejemplificó. Si así lo hacemos él nos guiará con sus
consejos, y más tarde nos recibirá en la gloria. Debemos contender
con diligencia, y estar dispuestos a sufrir mucho a fin de andar en
las pisadas de nuestro Redentor. Dios está dispuesto a trabajar por
nosotros, a darnos su libre Espíritu, si luchamos, vivimos y creemos
para obtenerlo; entonces podremos andar en la luz, como él está en
luz. Podremos regocijarnos en su amor y beber de su rica plenitud.
* * * * *