Página 455 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Comunicaciones para el pastor Hull
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y que él lo aceptaba. Vi que si usted vuelve a ceñirse la armadura
y se mantiene en su puesto, resiste al diablo y pelea las batallas
del Señor, saldrá victorioso, y pronto se despojará de su armadura
para ceñirse la corona de los conquistadores. ¿Acaso la herencia no
es suficientemente valiosa? ¿Acaso no costó un enorme precio, la
agonía y la sangre del Hijo de Dios? Lo insto en el nombre del Señor
a despertar. Aléjese del terrible engaño que Satanás ha arrojado
sobre usted. Aférrese a la vida eterna. Usted está circundado por
ángeles malignos que susurran en sus oídos y le infunden sueños
mentirosos, y usted les escucha y se siente complacido. Le ruego
por amor a Cristo y por amor a su propia alma, que se desprenda
de esta temible influencia antes de que contriste definitivamente al
Espíritu de Dios y éste lo abandone.
* * * * *
El sábado 6 de junio de 1863 se me mostraron algunas cosas
concernientes a la obra de Dios y la divulgación de la verdad. Los
predicadores y la gente tienen muy poca fe y escasa devoción y
verdadera santidad. La gente imita al predicador y así él ejerce una
gran influencia sobre ella. Pastor Hull, Dios quiere que usted se
acerque más a él, donde pueda aferrarse a su poder, y mediante
una fe viviente reclamar su salvación y ser un hombre fuerte. Si
usted fuera un hombre devoto y piadoso cuando está en el púlpito
y fuera de él, una poderosa influencia acompañaría su predicación.
Usted no escudriña concienzudamente su corazón. Ha estudiado
numerosas obras para hacer que su discurso sea completo, cabal y
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agradable; pero ha descuidado el estudio más importante y necesario,
que es el estudio de sí mismo. La necesidad de conocerse a fondo,
la meditación y la oración, se han convertido en cosas secundarias.
Su éxito como ministro depende de que guarde su propio corazón.
Usted recibiría más poder si dedicara una hora por día a meditar
y lamentar sus errores y la corrupción de su corazón, y a pedir a
Dios su amor perdonador y la seguridad de su perdón, que si pasara
muchas horas cada día estudiando las obras de los mejores autores y
familiarizándose con todas las objeciones contra nuestra fe y con las
más poderosas evidencias en su favor.