Página 465 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Ministros sin consagración
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que experimentar pruebas y privaciones. Primero debieran presentar
pruebas satisfactorias de su ministerio.
Los hermanos de experiencia deben ser cuidadosos; y en lugar
de esperar que estos predicadores jóvenes les ayuden y los guíen,
ellos mismos debieran sentir la responsabilidad personal de hacerse
cargo de esos predicadores jóvenes para instruirlos, aconsejarlos y
guiarlos; es decir, debieran manifestar por ellos un cuidado paternal.
Los ministros jóvenes deben ser metódicos y sistemáticos, tener
un propósito definido e inquebrantable y la voluntad de trabajar,
a fin de no comer sin esfuerzo el pan de otros. No deben ir de un
lugar a otro presentando ciertos puntos de nuestra fe calculados para
despertar prejuicio, y luego irse antes de que las evidencias de la
verdad presente hayan sido presentadas plenamente. Los jóvenes
que piensan que tienen un deber que cumplir en relación con la obra,
no deben tomar sobre sí la responsabilidad de enseñar la verdad,
hasta haber tenido el privilegio de haber estado bajo la influencia de
algún predicador experimentado que trabaje en forma sistemática;
deben aprender de él como un alumno aprende de su profesor en la
escuela. No deben ir de un lugar a otro sin objeto definido y sin un
plan adecuado para llevar a cabo su trabajo.
Algunos que poseen poca experiencia y no están calificados para
enseñar la verdad, son los últimos en pedir consejo a sus hermanos
experimentados. Se consideran ministros y se colocan al mismo
nivel que los obreros de larga y reconocida experiencia, y no quedan
satisfechos a menos que se les permita dirigir, pensando que por
el hecho de ser ministros ya saben todo lo que vale la pena saber.
Esos predicadores ciertamente carecen del verdadero conocimiento
de sí mismos. No poseen modestia adecuada y tienen un concepto
demasiado elevado de sus habilidades personales. Los ministros
experimentados que comprenden el carácter sagrado de su obra y
que sienten sobre ellos el peso de la obra, son celosos de sí mismos.
Consideran un privilegio solicitar consejo de sus hermanos y no se
ofenden si se les sugiere alguna mejora en sus planes de trabajo o
en su forma de hablar.
Los ministros que proceden de diferentes denominaciones y
que han aceptado el mensaje del tercer ángel suelen desear enseñar,
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cuando debieran estar aprendiendo. Algunos tienen que desaprender
una parte considerable de sus enseñanzas anteriores antes de poder