Página 482 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
profesos se desentiende completamente de las enseñanzas de los
apóstoles, y usan oro, perlas y adornos costosos.
“El pueblo leal de Dios es la luz del mundo y la sal de la tierra,
por lo que siempre debiera recordar que su influencia es valiosa. Si
adoptaran el vestido exageradamente largo en vez del vestido más
corto, destruirían en gran medida su influencia. Los incrédulos, que
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ellos tienen el deber de beneficiar y procurar llevar al Cordero de
Dios, sentirían aversión hacia ellos. Es posible realizar numerosas
mejoras en la ropa femenina para proteger la salud sin realizar
cambios tan grandes que les inspiren repugnancia.
“El cuerpo no debe ser comprimido en lo mínimo con corsés y
barbas de ballenas. El vestido debe ser liviano para que los pulmones
y el corazón puedan funcionar saludablemente. El vestido debiera
llegar un poco más abajo de la parte superior de la bota femenina
[o botín], pero sin que toque el sucio suelo de la vereda y la calle
sin levantarlo con la mano. Un vestido aún más corto que esto sería
adecuado, conveniente y saludable para las mujeres cuando realizan
los trabajos domésticos, y especialmente para las que tienen la obli-
gación de hacer trabajos al aire libre. Con esta clase de ropa, una
o dos faldas es todo lo que se necesita, y éstas debieran abotonarse
en la cintura o bien suspenderse mediante tirantes. Las caderas no
se hicieron para soportar peso considerable. Las pesadas faldas que
algunas mujeres usan permitiendo que su peso cuelgue de las cade-
ras, han sido la causa de diversas enfermedades que no se curan con
facilidad. Las enfermas desconocen la causa de sus sufrimientos,
por lo que continúan violando las leyes de la salud comprimiendo su
cintura y soportando pesadas faldas, hasta convertirse en inválidas.
Cuando se les habla de su error, muchas exclamarán sin vacilación:
‘¡Pero un vestido como el que propone no estaría a la moda!’ ¿Y qué
si no lo está?
“Quisiera que fuéramos pasados de moda en diversos aspectos.
Si pudiéramos tener la fortaleza pasada de moda que caracterizó
a las mujeres pasadas de moda de otras generaciones, sería muy
deseable. No hablo imprudentemente cuando digo que el estilo de
vestir de las mujeres, juntamente con su complacencia del apetito,
es la mayor causa de su condición débil y enfermiza. Hay sólo una
mujer en mil que se protege adecuadamente las piernas. No importa
cuál sea el largo del vestido, debieran tener las piernas tan bien