Página 493 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Nuestros ministros
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Algunas personas que profesan la verdad presente han cometi-
do un grave error al dedicarse a la venta de mercancías durante el
desarrollo de series de reuniones espirituales, y con eso apartaron
las mentes del objetivo de las reuniones. Si Cristo estuviera ahora
en el mundo, echaría a esos mercaderes y traficantes, ya se trate de
ministros o personas comunes, con un azote de cuerdas, lo mismo
que cuando entró en el templo “y echó fuera a todos los que vendían
y compraban en la casa de Dios, y volcó las mesas de los cambistas
y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: ‘Escrito está:
Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis he-
cho cueva de ladrones’”.
Mateo 21:12-13
. Estos traficantes habrían
podido aducir como excusa que el producto de los artículos que
vendían sería entregado como ofrenda de sacrificio. Pero en realidad
su propósito era obtener ganancias y acumular dinero.
Se me hizo ver que si las facultades morales e intelectuales
no hubieran estado oscurecidas por los malos hábitos de vida, los
ministros y el pueblo habrían discernido prontamente los malos re-
sultados del acto de mezclar las cosas sagradas con las comunes.
Hay ministros que han predicado un solemne sermón desde el púl-
pito, y luego al presentar mercaderías y actuar como vendedores,
en la casa misma de Dios, han apartado las mentes de sus oyentes
de las impresiones recibidas y han destruido el fruto de su trabajo.
Si no hubieran tenido las facultades mentales embotadas, habrían
poseído discernimiento para saber que estaban rebajando las cosas
sagradas hasta el nivel de las cosas comunes. La preocupación de
vender nuestras publicaciones no corresponde a los ministros que
trabajan con la palabra y la doctrina. Deben mantener en reserva su
tiempo y sus fuerzas para que sus esfuerzos puedan producir fruto
abundante en una serie de reuniones. No debieran dedicar su tiempo
ni sus fuerzas para vender nuestros libros, cuando esto puede ser
debidamente realizado por los que no se ocupan en la predicación
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de la palabra. Cuando el ministro va a trabajar a un nuevo campo,
puede ser necesario que lleve publicaciones consigo para ofrecerlas
en venta a la gente, y puede ser necesario en otras circunstancias que
también venda libros y lleve a cabo alguna transacción comercial
para la oficina de publicaciones. Pero ese trabajo debiera evitarse
toda vez que pueda ser realizado por otras personas.