Página 498 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni
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hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón”.
Mateo 6:19-21
. Dejan que las preocupaciones mundanas
los enreden. “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación
y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los
hombres en destrucción y perdición”.
1 Timoteo 6:9
. Adoran su
tesoro terrenal, así como el pagano ignorante adora a los ídolos.
Muchos se hacen la ilusión de que su deseo de obtener ganancias
es para ayudar la causa de Dios. Algunos prometen que cuando
hayan ganado cierta cantidad, entonces harán bien con ese dinero y
promoverán la causa de la verdad presente. Pero una vez alcanzado
ese objetivo no están más dispuestos a ayudar la causa que antes.
Luego vuelven a prometer que después que compren esa casa desea-
ble o un terreno y lo paguen, entonces harán mucho con su dinero
para promover la obra de Dios. Pero una vez logrado el anhelo de
su corazón, están mucho menos dispuestos que en los días de su
pobreza a contribuir al adelanto de la obra de Dios. “La que cayó
entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados
por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan
fruto”.
Mateo 8:14
. El engaño de las riquezas los conduce, paso a
paso, hasta que pierden el amor por la verdad, y sin embargo conti-
núan haciéndose la ilusión de que creen en ella. Aman el mundo y
las cosas que están en el mundo, pero el amor a Dios o a la verdad
no está en ellos.
Con el fin de ganar algo de dinero, muchos disponen sus negocios
de tal manera que necesariamente imponen mucho trabajo duro a
los que trabajan al aire libre y sobre sus familiares que lo hacen en
la casa. Los huesos, músculos y cerebros de todos son recargados
en extremo; deben realizar una gran cantidad de trabajo, y la excusa
es que deben llevar a cabo todo lo que puedan hacer porque en caso
contrario habrá pérdida, algo se malogrará. Hay que ahorrar
en todo,
no importa cuáles sean las consecuencias. ¿Qué han ganado los que
proceden de este modo? Tal vez han conseguido mantener su capital
y acrecentarlo. Pero por otra parte, ¿qué han perdido? Su capital de
la salud, que es inapreciable tanto para los pobres como para los
ricos, ha estado disminuyendo constantemente. La madre y los hijos
han hecho giros repetidos sobre su cuenta de la salud, pensando que
ese gasto extravagante nunca agotaría el capital, hasta que finalmente