Página 500 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
riqueza acumulada mediante el infortunio del otro. Se enorgullece
de su perspicacia, pero con su riqueza está amontonando sobre sí
mismo una pesada maldición y colocando piedras de tropiezo en
el camino de su hermano. Con su vileza y tacañería está limitando
su capacidad de beneficiarlo con su influencia religiosa. Todo eso
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permanece en la memoria de aquel hermano pobre, y las acciones
más fervientes y sus testimonios en apariencia llenos de fervor pro-
cedentes de los labios de su hermano rico, producirán únicamente
una influencia apesadumbradora y odiosa. Lo considera hipócrita;
surge así una raíz de amargura que contamina a muchos. El hombre
pobre no puede olvidar la forma como el rico se aprovechó de él;
tampoco puede olvidar que fue empujado hacia situaciones difíciles
porque estaba dispuesto a llevar cargas, mientras que el hermano rico
siempre tuvo a flor de labios una disculpa para no poner el hombro
bajo la carga. Pero el hombre pobre puede estar tan imbuido con el
espíritu de Cristo que perdona los abusos de su hermano rico.
Ciertamente que la dadivosidad noble y desinteresada se encuen-
tra pocas veces entre los ricos. En su ambición por las riquezas
se desentienden de las necesidades de la gente. No pueden ver ni
sentir la condición miserable e inhumana en que viven sus hermanos
pobres, quienes posiblemente han trabajado tan duramente como
ellos mismos. Dicen lo mismo que Caín: “¿Soy yo acaso guarda de
mi hermano?” “He trabajado duramente para conseguir lo que tengo,
así que debo conservarlo”. En lugar de orar: “Ayúdame a sentir la
desgracia de mi hermano”, su preocupación constante es olvidar que
éste tiene desgracias y derecho a su simpatía y liberalidad.
Muchos observadores del sábado que son ricos son culpables de
abusar con los pobres. ¿Piensan ellos que Dios no ve sus pequeños
actos de mezquindad? Si pudieran ser abiertos sus ojos verían que un
ángel los sigue a todas partes anotando fielmente todas sus acciones
en sus hogares y en sus lugares de trabajo. El Testigo Fiel sabe lo
que hacen y declara:
“Conozco tus obras”
. Cuando vi este espíritu
de fraude, de astucia y mezquindad que se advierte entre algunos
observadores del sábado, lloré con angustia de espíritu. Este gran
mal, esta terrible maldición está envolviendo a algunos del Israel de
Dios en estos últimos días, convirtiéndolos en personas detestables
hasta para los incrédulos que poseen un espíritu noble. Este es el
pueblo que declara que está esperando la venida del Señor.