Página 501 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Nuestros ministros
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Hay hermanos pobres que no están libres de tentación. Son malos
administradores, carecen de sabio juicio, desean obtener recursos
sin pasar por el lento proceso de trabajo perseverante. Algunos
tienen tanta prisa por mejorar su condición que se dedican a diversas
empresas sin consultar a personas de buen juicio y experiencia. Sus
expectativas pocas veces se convierten en realidad; pierden en lugar
de ganar, y entonces surgen tentaciones y la tendencia a envidiar a
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los ricos. Quieren definidamente beneficiarse con las riquezas de sus
hermanos y se exasperan porque no lo consiguen. Pero no son dignos
de recibir ayuda especial. Poseen evidencia de que sus esfuerzos han
sido dispersos e irregulares. Han sido inconstantes en sus negocios
y han estado llenos de ansiedad y preocupaciones, lo cual produce
escasas ganancias. Esas personas debieran escuchar el consejo de
quienes tienen experiencia. Pero con frecuencia son los últimos en
buscar consejo. Piensan que tienen un juicio superior, de modo que
no quieren que nadie les enseñe.
Estos suelen ser los mismos que son engañados por esos ingenio-
sos y astutos traficantes en derechos de patentes, cuyo éxito depende
de la práctica del arte de engañar. Estos hermanos deben aprender
que nunca debieran confiar en esa clase de mercaderes. Pero los
hermanos son crédulos con respecto a las mismas cosas que debie-
ran sospechar y evitar. No practican la instrucción que el apóstol
Pablo dio a Timoteo: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada
de contentamiento”. “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos
contentos con esto”.
1 Timoteo 6:6, 8
. No dejemos que los pobres
piensen que los ricos son los únicos que son codiciosos. Mientras los
ricos retienen lo que poseen con una actitud de codicia, y procuran
obtener más aún, los pobres corren grave peligro de codiciar las
riquezas del rico. En nuestro país donde reina la abundancia, en
realidad hay muy pocos que son verdaderamente pobres hasta el
punto de necesitar ayuda. Si obraran en forma adecuada, en casi
todos los casos podrían elevarse por encima de la necesidad. Mi
exhortación para los ricos es: “Tratad liberalmente con vuestros her-
manos pobres, y utilizad vuestros recursos para promover la causa de
Dios. Los pobres dignos de ayuda, los que caen en la pobreza a causa
del infortunio o la enfermedad, merecen vuestro cuidado y ayuda
especial. “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos,
amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables”.
1 Pedro 3:8
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