Página 502 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
Hombres y mujeres que profesáis santidad y esperáis la trasla-
ción al cielo sin ver la muerte, os amonesto a ser menos codiciosos
de ganancias, menos preocupados de vosotros mismos. Redimid
vuestra piadosa virilidad, vuestra noble femineidad, por medio de
actos nobles de dadivosidad desinteresada. Despreciad sinceramente
vuestro anterior espíritu de avaricia y recuperad la verdadera nobleza
de alma. Según lo que Dios me ha mostrado, a menos que os arrepin-
táis de todo corazón, Cristo os vomitará de su boca. Los adventistas
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observadores del sábado pretenden ser seguidores de Cristo, pero las
obras de muchos de ellos desmienten su profesión. “Por sus frutos
los conoceréis”. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en
el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que
está en los cielos”.
Mateo 7:16, 21
.
Hago un llamamiento a todos los que profesan creer en la verdad,
a considerar el carácter y la vida del Hijo de Dios. El es nuestro
ejemplo. Su vida se caracterizó por su dadivosidad desinteresada.
Las aflicciones humanas siempre lo conmovieron. Anduvo haciendo
el bien. No existió un solo acto egoísta en toda su vida. Su amor
por la humanidad caída, su deseo de salvar a la gente, eran tan
grandes que tomó sobre sí la ira de su Padre y consintió en sufrir la
penalidad de aquella transgresión que hundió al hombre culpable
en la degradación. Llevó los pecados de la humanidad en su propio
cuerpo. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para
que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.
2 Corintios
5:21
.
La auténtica generosidad con frecuencia es destruida por la
prosperidad y las riquezas
. Hombres y mujeres que pasan por situa-
ciones de adversidad o que se encuentran en un estado de humilde
pobreza a veces manifiestan un amor muy grande por la verdad e
interés especial por la prosperidad de la causa de Dios y por la salva-
ción de otras personas, y dicen lo que harían si tan sólo contaran con
los recursos necesarios. Dios con frecuencia prueba a estas personas;
las prospera, las bendice en sus empresas con más abundancia de
la que ellos mismos esperaban. Pero sus corazones son engañosos.
Sus buenas intenciones y promesas son inestables como la arena que
corre. Cuanto más tienen, más desean. Cuanto más prosperan, tanto
más ansiosos de obtener ganancias se ponen. Algunos de éstos, que
en sus días de pobreza hasta fueron dadivosos, después se tornan