Página 542 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

Basic HTML Version

538
Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
generaciones; y pongan en cada franja de los bordes un cordón de
azul. Y os servirá de franja, para que cuando lo veáis os acordéis
de todos los mandamientos de Jehová, para ponerlos por obra y
no miréis en pos de vuestro corazón y de vuestros ojos, en pos de
los cuales os prostituyáis. Para que os acordéis, y hagáis todos mis
mandamientos, y seáis santos a vuestro Dios. Yo Jehová vuestro
Dios, que os saqué de la tierra de Egipto, para ser vuestro Dios. Yo
Jehová vuestro Dios”. En este pasaje Dios expresamente ordenó un
arreglo sencillo de vestir para los hijos de Israel a fin de distinguir-
los de las naciones idólatras que los rodeaban. Al mirar su forma
peculiar de vestir, debían recordar que eran el pueblo observador
de los mandamientos de Dios, y que él había obrado de manera
milagrosa para sacarlos del cautiverio egipcio a fin de servirle, para
serle un pueblo santo. No debían servir a sus propios deseos, o imitar
las naciones idólatras alrededor de ellos, sino permanecer siendo
un pueblo distinto, separado, para que todos los que se fijaran en
ellos pudieran decir: Estos son los que Dios sacó de la tierra de
Egipto, que guardan la ley de los Diez Mandamientos. Tan pronto
se veía a un israelita, era reconocido como tal porque Dios lo había
distinguido como suyo por medios sencillos.
[459]
La orden dada por Dios a los hijos de Israel de colocar una cinta
azul en su vestuario no debía tener influencia directa sobre su salud,
excepto en la medida en que Dios los bendijera por la obediencia.
La cinta mantendría en sus mentes el elevado derecho de Dios y les
ayudaría a no mezclarse con otras naciones, uniéndose en sus fiestas
embriagadoras, y comiendo carne de cerdo y alimentos refinados
en detrimento de la salud. Ahora, Dios quiere que su pueblo adopte
la reforma en el vestir, no solamente para diferenciarse del mundo
como su “pueblo peculiar”, sino porque una reforma en el vestir es
esencial para la salud física y mental. El pueblo de Dios ha perdido
en mayor grado su peculiaridad y gradualmente ha estado imitando
al mundo, y mezclándose con ellos, hasta llegar a ser como ellos
en muchos aspectos. Esto desagrada a Dios. El los conduce como
condujo a los hijos del Israel de antaño, para que salgan del mundo
y olviden sus prácticas idólatras, no siguiendo sus propios deseos
-porque éstos no están santificados- o sus propios ojos que los han
conducido a alejarse de Dios y unirse con el mundo.