Página 561 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El engaño de las riquezas
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dolores. Han sacrificado sus principios de elevada nobleza, han
entregado su fe por riquezas, y, si no se frustran en su propósito, se
desaniman en la felicidad que pensaron que las riquezas les traerían.
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Están enredados, confusos con preocupaciones; se han convertido
a sí mismos en esclavos de su avaricia y obligado a sus familias
a la misma esclavitud, y los beneficios que obtienen son “muchos
dolores”. “Exhortad a los que son ricos en este mundo, que no sean
altivos de mente, no confiando en ciertas riquezas, pero en el Dios
viviente, que nos da en abundancia todas las cosas para que las
disfrutemos”. Los hombres no deben acumular sus riquezas y no
sacar provecho de ellas, privándose de las comodidades de la vida y
virtualmente convirtiéndose en esclavos a fin de retener o aumentar
sus tesoros terrenales.
El apóstol Pablo muestra el único uso verdadero de las riquezas,
y le ruega a Timoteo que exhorte al rico a hacer el bien, que sean
ricos en buenas obras, prontos a dar, dispuestos a comunicar; porque
al hacer esto, están atesorando para sí mismos un buen fundamento
contra el porvenir,—refiriéndose al fin del tiempo—, que puedan
asirse de la vida eterna. Las enseñanzas de Pablo concuerdan per-
fectamente con las palabras de Cristo: “Ganad amigos por medio
de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban
en las moradas eternas”. La piedad con contentamiento es de gran
provecho. En esto se encuentra el verdadero secreto de la felicidad,
y la genuina prosperidad del alma y del cuerpo.
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