Página 566 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
sí mismos, y hasta que esta lección sea aprendida, harán una obra
pobre en gobernar a sus hijos. El dominio propio actuará como un
encanto en la familia. Cuando esto se logra, se ha ganado una gran
victoria. Entonces pueden educar a sus hijos a tener dominio propio.
Mi corazón se compadece de la iglesia en _____, porque allí
hay una obra que debe hacerse. Es el designio de Dios tener un
pueblo en ese lugar. Hay material allí para una buena iglesia, pero
hay bastante trabajo que realizar a fin de quitar los ásperos filos y
prepararlos para trabajar ordenados, para que todos puedan laborar
unidos y tirar de cuerdas del mismo largo. Ha sucedido que cuando
uno o dos sintieron la necesidad de levantarse y permanecer unidos y
más firmes sobre plataformas de verdad elevadas, otros no hicieron
ningún esfuerzo para levantarse. Satanás pone en ellos un espíritu
para que se rebelen, para desanimar a los que avanzarían. Se atan a sí
mismos cuando se les urge a responsabilizarse del trabajo, un espíritu
terco se posesiona de algunos de ellos y en vez de ayudar más bien
estorban. Algunos no se someterán a la podadora espada de Dios.
Cuando pasa sobre ellos, y la superficie despareja es perturbada,
reclaman que el trabajo es muy difícil y duro. Desean salirse del taller
de Dios, donde sus faltas puedan permanecer sin ser perturbadas.
Parecen estar adormecidos respecto a su condición; pero su única
esperanza es permanecer donde las faltas de su carácter cristiano
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sean expuestas y corregidas. Algunos se complacen en los apetitos
pervertidos que batallan contra el alma y son un estorbo constante
para su avance espiritual. Siempre llevan una conciencia acusadora y
si se dicen verdades directas están prontos a ofenderse. Se condenan
a ellos mismos y sienten que los temas han sido seleccionados a
propósito para referirse a sus casos. Se sienten agraviados, injuriados
y se ausentan de las reuniones de los santos. Dejan de reunirse ellos
mismos porque de esa manera sus conciencias no son perturbadas.
Pronto pierden el interés en las reuniones y su amor por la verdad,
y, a menos que se reformen enteramente, regresarán y tomarán sus
posiciones con las huestes rebeldes que se alistan bajo la negra
bandera de Satanás. Si los tales crucificaran las concupiscencias
de la carne que batallan contra el alma, se quitarían del camino y
las saetas de la verdad pasarían por su lado sin hacerles daño. Pero
mientras se gocen en apetitos sensuales y mantengan sus ídolos,
ellos mismos se colocan como blancos para que las flechas de la