El instituto de salud
            
            
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              de admitir a los no creyentes en la institución es para conducirlos a
            
            
              abrazar la verdad. Si se rebaja la norma, tendrán la impresión de que
            
            
              la verdad es de poca importancia, y se alejarán en un estado mental
            
            
              más difícil de penetrar que antes.
            
            
              Pero el mayor mal resultante de tal decisión sería su influencia
            
            
              sobre los pacientes pobres, afligidos, que son creyentes, lo cual
            
            
              afectará generalmente la causa. Se les ha enseñado a confiar en la
            
            
              oración de fe, y muchos de ellos sienten decaer su espíritu porque
            
            
              no reciben una respuesta más plena. Vi que la razón por la cual
            
            
              Dios no escucha más plenamente las oraciones de sus siervos por
            
            
              los enfermos entre nosotros es porque él no puede ser glorificado
            
            
              mientras éstos sigan violando las leyes de la salud; y vi que él les
            
            
              asignó a la reforma pro salud y el Instituto de Salud la tarea de
            
            
              preparar el camino de modo que la oración de fe sea plenamente
            
            
              contestada. La fe y las buenas obras deben ir de la mano al aliviar
            
            
              a los afligidos entre nosotros, y capacitarlos para glorificar a Dios
            
            
              aquí y para ser salvos en la venida de Cristo. Que Dios no permita
            
            
              que estos afligidos sean alguna vez desanimados y agraviados al
            
            
              descubrir que los gerentes del Instituto trabajan solamente desde un
            
            
              punto de vista mundanal en vez de sumar a la práctica higiénica las
            
            
              bendiciones y virtudes de los padres y madres en Israel dedicados al
            
            
              cuidado de los enfermos.
            
            
              Que nadie conciba la idea de que el Instituto es el lugar adonde
            
            
              ir para ser sanados por la oración de fe. Es en cambio un lugar
            
            
              donde encontrar alivio de la enfermedad por medio del tratamiento
            
            
              y hábitos correctos en el vivir, y donde aprender cómo evitar las
            
            
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              enfermedades. Pero si hay un lugar bajo los cielos más que otro
            
            
              donde la oración dulcificante y compasiva debería ser ofrecida por
            
            
              los hombres y mujeres fieles y devotos, ese lugar es el Instituto.
            
            
              Los encargados de tratar a los enfermos deberían avanzar en
            
            
              su importante obra confiando firmemente en que Dios bendecirá
            
            
              los medios que él generosamente ha provisto, y a los cuales en
            
            
              su misericordia ha llamado nuestra atención como pueblo, tales
            
            
              como el aire puro, la limpieza, la alimentación sana, períodos de
            
            
              trabajo y reposo apropiados, y el uso del agua. No deberían tener
            
            
              ningún interés egoísta, ajeno a esta obra importante y solemne.
            
            
              Preocuparse debidamente por el interés físico y espiritual del afligido
            
            
              pueblo de Dios, cuyos integrantes les han concedido confianza casi