Página 594 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
escuchar a los que habían sido nuestros amigos más sólidos relatar
escenas e incidentes que habían ocurrido durante la severa aflicción
de mi esposo, cuando sus fuerzas físicas y mentales estaban casi
paralizadas. Me sentí triste al oír la voz del así llamado hermano
de Nueva York, antes mencionado, contando con fervor y en forma
exagerada, incidentes que no eran conocidos en Battle Creek, a la
vez que nuestros amigos de allí contaban lo que ellos conocían.
Llegué a sentirme débil y enferma del corazón, y en mi sueño
caí postrada, cuando la mano del que me asistía me sostuvo, y me
dijo: “Debes escuchar. Debes saberlo aunque te sea insoportable”.
En cada hogar que visitábamos, surgía el mismo tema. Era su
“verdad presente”. Dije: “¡Oh, no sabía esto! Ignoraba que existían
tales sentimientos en los corazones de quienes hemos considerado
como nuestros amigos en la prosperidad. ¡Si tan sólo hubiera se-
guido ignorando esto! Los creíamos nuestros mejores y más leales
amigos”. El que me acompañaba repitió estas palabras: “Si tan sólo
se dedicaran de la misma forma y con el mismo ahínco y celo a
conversar acerca de su Redentor, espaciándose en sus gracias incom-
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parables, su benevolencia desinteresada y su misericordioso perdón,
su piadosa ternura hacia el que sufre, su paciencia e inexpresable
amor, ¡cuánto más preciosos y de valor serían sus frutos!”
Dije entonces: “Estoy apesadumbrada. Mi esposo no se ha es-
catimado a sí mismo en la ganancia de almas. Se mantuvo de pie
sosteniendo las cargas hasta que éstas lo aplastaron; estaba postrado,
física y mentalmente quebrantado; y ahora, reunir palabras y actos y
usarlos para destruir su influencia, después que Dios ha puesto sus
manos debajo de él para levantarlo a fin de que su voz pueda oírse
otra vez, es cruel y maligno”. El que me acompañaba dijo: “La con-
versación acerca de Cristo y las características de su vida, refrescará
el espíritu y el fruto será para santidad y vida eterna”. Entonces citó
estas palabras: “Por lo demás hermanos, todo lo verdadero, todo lo
honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es
de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en
esto pensad”.
Filipenses 4:8
. Estas palabras me impresionaron tanto
que el sábado siguiente hablé de ellas.
Mis trabajos en Wright fueron muy agobiadores. Me ocupaba de
mi esposo durante el día, y algunas veces en la noche. Lo bañaba y
lo sacaba a pasear en el coche, y ya hiciera frío, soplara el viento o