Página 595 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Breve bosquejo de mis actividades
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brillara el sol, salía a caminar con él. Usaba la pluma mientras él me
dictaba sus informes para la
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y también escribí muchas cartas,
además de numerosas páginas de testimonios personales, y la mayor
parte del Testimonio número 11, además de visitar y hablar tan a
menudo, por tanto tiempo y tan enfáticamente como lo hice. El her-
mano y la hermana Root simpatizaban enteramente conmigo en mis
pruebas y afanes, y vigilaban con el cuidado más tierno para suplir
todas nuestras necesidades. Nuestras oraciones eran frecuentes para
que el Señor les bendijera en todo lo material y en salud, así como
en gracia y fortaleza espiritual. Sentí que una bendición especial
les seguiría. Aunque desde entonces la enfermedad ha llegado a su
habitación., aún sé por el hermano Root que gozan de mejor salud
que antes. Y entre los asuntos de prosperidad pasajera él informa que
sus campos de trigo han producido veintisiete medidas por acre [2,2
acres por hectárea] y algunas cuarenta, mientras que el promedio de
rendimiento del campo de sus vecinos ha sido solamente de siete
medidas por acre.
Salimos de Wright el 29 de enero de 1867, y nos fuimos a Green-
ville, en el Condado de Montcalm, una distancia de sesenta kilóme-
tros. Era el día más severamente frío del invierno y estábamos felices
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de encontrar un refugio para protegernos del frío y la tormenta en
casa del Hno. Maynard. Esta querida familia nos dio la bienvenida
tanto a su hogar como a sus corazones. Permanecimos allí seis sema-
nas, trabajando con las iglesias de Greenville y Orleans, y haciendo
del hospitalario hogar de los Maynard nuestro centro de trabajo.
Dios me otorgó libertad para dirigirme a la gente; en cada es-
fuerzo sentí su poder sostenedor. Y cuando me convencí plenamente
que tenía un testimonio que dar al pueblo, y que podía presentarlo
en relación con las labores de mi esposo, se fortaleció mi fe en que
él recobraría su salud para trabajar con aceptación en la causa y
obra de Dios. La gente aceptó sus esfuerzos, y fue una gran ayuda
para mí en el trabajo. Sin él yo podía hacer muy poco, pero con
su ayuda, en la fortaleza del Señor, lograría hacer el trabajo que se
me había asignado. El Señor lo sostuvo en cada esfuerzo en que
se empeñó. A medida que se esforzaba, confiando en Dios a pesar
de sus debilidades, se fortalecía y mejoraba con cada intento. Al
comprender que mi esposo adelantaba en vigor físico y mental, mi
gratitud desbordaba al pensar en ser de nuevo libre para ocuparme