Página 61 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

Basic HTML Version

Oposición de los hermanos nominales
57
un hombre de gran fortaleza física que era un cristiano dedicado y
humilde, cayó postrado por el poder de Dios ante sus propios ojos,
y el aposento quedó lleno con el poder del Espíritu Santo.
Al recobrarme, me sentí feliz de dar mi testimonio en favor de
Jesús y hablar del amor manifestado por mí. Confesé mi falta de fe en
las promesas de Dios y el error en que había incurrido al estorbar las
insinuaciones del Espíritu Santo por temor a los hombres, y reconocí
que, a pesar de mi desconfianza, él había derramado sobre mí una
evidencia de su amor y gracia sustentadora que yo no había buscado.
El hermano que me había presentado tanta oposición, finalmente se
levantó de su postramiento y con lágrimas confesó que había estado
completamente equivocado en su manera de pensar acerca de las
manifestaciones que yo experimentaba. Me pidió perdón con toda
humildad, y finalmente dijo: “Hermana Elena, en adelante no volveré
a poner siquiera una paja en su camino. Dios me ha mostrado la
[50]
frialdad y obstinación de mi corazón, que él ha quebrantado mediante
la evidencia de su poder. He estado sumamente equivocado”.
Luego, volviéndose a la congregación, declaró: “Al ver tan feliz
a la Hna. Elena, pensaba por qué yo no podía experimentar la misma
felicidad. ¿Por qué el hermano R no recibe la misma evidencia?
Porque yo estaba convencido de que él era un cristiano devoto, y sin
embargo ese poder no había descendido sobre él. Elevé una oración
silenciosa pidiendo que si ésta era la santa influencia de Dios, el
hermano R pudiera experimentarla esta noche.
“Apenas había expresado mi deseo cuando el hermano R cayó
postrado por el poder de Dios, exclamando: ‘¡Dejemos que Dios
obre!’ He llegado a la convicción de que he estado luchando con-
tra el Espíritu Santo, pero no seguiré afligiéndolo con mi porfiada
incredulidad. ¡Bienvenida, luz! ¡Bienvenido, Jesús! He estado desca-
rriado y endurecido, sintiéndome ofendido cuando alguien alababa
a Dios y manifestaba plenitud de gozo en su amor; pero ahora han
cambiado mis sentimientos y ha terminado mi oposición, porque
Jesús ha abierto mis ojos y yo mismo podría lanzar exclamaciones
de alabanza. He dicho cosas desagradables e hirientes de la Hna.
Elena, de las que ahora me arrepiento, y oro porque ella me perdone
y también todos los presentes”.
A continuación el hermano R dio su testimonio. Tenía el rostro
iluminado por la luz celestial y alababa a Dios por las cosas admira-