Página 62 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
bles que había llevado a cabo esa noche. Declaró: “Este lugar es muy
solemne debido a la presencia del Altísimo. Hna. Elena, en el futuro
usted tendrá nuestra ayuda y nuestra reconfortante simpatía en lugar
de la cruel oposición que se le ha demostrado. Hemos estado ciegos
a las manifestaciones del Espíritu Santo de Dios”.
Con esto, todos los opositores pudieron ver que estaban equivo-
cados y confesaron que las manifestaciones presenciadas en realidad
procedían del Señor. Poco después de eso, en una reunión de ora-
ción, el hermano que había confesado que estaba equivocado en su
oposición, experimentó el poder de Dios en grado tan intenso que
su rostro brilló con luz celestial y cayó postrado sin fuerzas. Cuando
recuperó las fuerzas, volvió a reconocer que había estado luchando
ignorantemente contra el Espíritu del Señor al abrigar sentimientos
negativos contra mí. En otra reunión de oración, otro miembro de la
misma familia tuvo la misma experiencia y dio un testimonio similar.
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Algunas semanas más tarde, mientras la numerosa familia del Hno.
P se encontraba dedicada a la oración en su hogar, el Espíritu de
Dios pasó por la habitación e hizo caer postrados a los peticionantes
que se encontraban arrodillados. Mi padre llegó poco después a ese
hogar y los encontró a todos, tanto a los padres como a los hijos,
abatidos por el poder de Dios.
El frío formalista comenzó a desaparecer bajo la poderosa in-
fluencia del Altísimo. Todos los que habían manifestado oposición
hacia mí confesaron que habían afligido al Espíritu Santo con su
conducta, y se unieron para simpatizar conmigo y para manifestar
su amor por el Salvador. Mi corazón rebosaba de gozo porque la
misericordia divina había allanado el camino que debía recorrer y
había recompensado mi fe y mi confianza en forma tan abundante.
Ahora reinaban la unidad y la paz entre nuestro pueblo que esperaba
la venida del Señor.
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