Página 610 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
gemidos con angustia de espíritu al ver que los ángeles abandonaban
el cuarto de tipografía disgustados. Dijo el ángel: “Los mensajeros
celestiales vinieron para bendecir, para que la verdad llevada por
los predicadores silenciosos pudiera tener poder santificador para
lograr su misión, pero los que hacían esta obra estaban tan distantes
de Dios, poseían tan poco de lo divino, y estaban tan conformados al
espíritu del mundo, que los poderes de las tinieblas los controlaban
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y no podían ser hechos susceptibles a las impresiones divinas”. Al
mismo tiempo, estos jóvenes estaban equivocados y pensaban que
eran ricos y abundaban en lo bueno y no tenían necesidad de nada;
pero no sabían que eran pobres y miserables, ciegos y desnudos.
Aquellos que manejan verdades preciosas como si fueran arena, no
saben cuántas veces su fría indiferencia para con las cosas celestia-
les, su vanidad, amor propio y orgullo, sus risas y charlatanerías sin
sentido, han ahuyentado de la oficina a los mensajeros celestiales.
Todos en esa oficina deberían ser reservados, modestos, humil-
des y desinteresados, tanto en sus actitudes como en sus palabras
y hechos, como fue su Modelo, Jesús, el amado Salvador. Deben
buscar a Dios y obtener justicia. La oficina no es el lugar para diver-
siones, para visitar, para los ociosos, para risas o palabras inútiles.
Todos deben sentir que están haciendo una obra para su Maestro.
Estas verdades que ellos leen, participando en la tarea de prepararlas
y enviarlas a la gente, son invitaciones de misericordia, reproches,
amenazas, advertencias o palabras de ánimo. Realizan su obra como
un sabor de vida para vida o de muerte para muerte. Si se las rechaza,
el juicio debe decidir el asunto. La oración de todos en la oficina
debe ser: “¡Oh Dios, haz que estas verdades tan vitales aclaren la
comprensión de las mentes más humildes! ¡Que los ángeles acompa-
ñen a estos predicadores silenciosos, y bendigan su influencia para
que las almas puedan ser salvadas por este humilde medio!”
El corazón debe ser elevado en ferviente oración mientras se ocu-
pan las manos; así Satanás no hallará la entrada tan libre, y el alma,
en vez de ser elevada a la vanidad, será constantemente refrescada,
un huerto de riego. Los ángeles se deleitarán en estar cerca de tales
obreros, pues su actitud los invita a hacerles constante compañía.
El poder divino acompañará las verdades publicadas. Rayos de luz
divina procedentes del santuario celestial acompañarán las preciosas
verdades enviadas, para que los que leen sean refrigerados y fortale-