Página 614 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
ejercido contra nosotros, y quedaría satisfecha. Prometieron hacerlo,
pero no lo han cumplido.
Muchos otros rumores contra nosotros, todos totalmente falsos
o grandemente exagerados, fueron esparcidos libremente, comenta-
dos en los hogares de diferentes familias durante el tiempo de las
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reuniones, y la mayoría nos miraba, especialmente a mi esposo, con
sospecha. Algunas personas de influencia se manifestaban dispues-
tas a aplastarnos. Estábamos en necesidad; mi esposo había tratado
de vender algún equipo y se pensó que estaba equivocado al hacer
esto. Había expresado su consentimiento a que sus hermanos le
ayudaran a reponer la pérdida de nuestra vaca, y esto se había visto
como un grave pecado. Suponiendo que nuestra propiedad de Battle
Creek estaba prácticamente vendida, compramos en Greenville y
empezamos a construir. Pero la venta en Battle Creek se demoró, y
en nuestra estrecha posición, mi esposo escribió a varios hermanos
para conseguir dinero prestado. Lo condenaron por esto y lo acu-
saron del pecado de codiciar el dinero. Y al hermano ministro más
activo en esa tarea se le escuchó decir: “No queremos que el Hno.
E compre la propiedad del Hno. White porque queremos su dinero
para el Instituto de Salud”. ¿Qué podíamos hacer? No podíamos
acudir a ningún lado, pero fuimos culpados.
Solamente 65 horas antes que mi esposo cayera enfermo, se
mantuvo hasta la medianoche en una casa de culto haciendo llama-
dos para obtener trescientos dólares con el fin de terminar de pagar
la capilla; y para respaldar su llamada encabezó la subscripción
con diez dólares de su parte y otros diez de mi parte. Antes de la
medianoche, la suma había sido casi alcanzada. El anciano de la
iglesia era un viejo amigo, y en nuestra extrema necesidad y sin ami-
gos, mi esposo le escribió diciéndole que estábamos en necesidad y
que si la iglesia quería devolver ahora los veinte dólares, nosotros
los recibiríamos. Para el tiempo de las reuniones de la Asociación
General, este hermano nos llamó e hizo del asunto una falta muy
grave. Pero antes de venir a nuestra casa, se había dejado contagiar
por la infección general. Sentimos estas cosas muy profundamente y
si no hubiéramos sido sostenidos en forma especial por el Señor, no
habríamos podido dar nuestro testimonio en la Asociación General
con grado alguno de libertad.