Página 616 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
su fin. Teníamos citas en Bushnell, pero le dije a mi esposo que no
podía ir. Poco después fue al correo y regresó con una carta del Hno.
Matteson que contenía el siguiente sueño:
“Querido Hno. White,
“Que la bendición de Dios sea con usted y que estas líneas
le encuentren prosperando aún y mejorando su salud y fortaleza
espiritual. Me siento muy agradecido al Señor por sus bondades
hacia usted y confío que todavía pueda disfrutar perfecta salud y
libertad en la proclamación del último mensaje.
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“He tenido un sueño muy significativo acerca de usted y la
Sra. White, y siento que es mi deber relatárselo, tanto como puedo
recordar. Soñé que se lo conté a la Hna. White, al igual que su in-
terpretación, la cual me fue revelada también en el sueño. Cuando
desperté, algo me urgió a levantarme y escribir todos los detalles, a
fin de no olvidarlos; pero descuidé hacerlo, en parte porque estaba
cansado, y en parte porque pensé que no era nada más que un sueño.
Pero viendo que nunca había soñado con ustedes antes, y que este
sueño era tan inteligente, y tan íntimamente asociado con ustedes,
he llegado a la conclusión que debo contárselo. Todo lo que puedo
recordar es lo siguiente: “Me encontraba en una casa grande don-
de había un púlpito como los que usamos en nuestros lugares de
reunión. En dicho púlpito había muchas lámparas encendidas. Estas
lámparas necesitaban ser suplidas de aceite constantemente, y un
número considerable de nosotros nos ocupábamos en llevar aceite y
llenarlas. El Hno. White y su compañera estaban bastante ocupados
y noté que la Hna. White ponía más aceite que ningún otro. Entonces
el Hno. White fue a una puerta que daba a un almacén, donde había
muchos barriles de aceite. El abrió la puerta, entró y la Hna. White lo
siguió. Justamente entonces un grupo de personas llegó con una gran
cantidad de una substancia negra que parecía hollín y la amontonó
toda sobre los Hnos. White, cubriéndolos completamente. Me sentí
muy agobiado y procuré con ansia ver cuál sería el fin de estas cosas.
Podía ver que el Hno. y la Hna. White luchaban denodadamente
para librarse del hollín; y después de una prolongada lucha salie-
ron más brillantes que nunca, y los malvados hombres y el hollín
desaparecieron. Entonces los Hnos. White se ocuparon nuevamente,
con más empeño que antes, en suplir de aceite las lámparas, pero la
Hna. White llevaba todavía la delantera.