Página 617 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Conflictos y victoria
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“Soñé que la interpretación era la siguiente: Las lámparas re-
presentaban al pueblo remanente. El aceite era la verdad y el amor
celestiales, de los cuales el pueblo de Dios necesita una constante
provisión. Las personas que suplían el aceite a las lámparas eran los
siervos de Dios que trabajaban en la cosecha. ¿Quiénes eran los que
formaban el grupo de malvados? No podría decir en particular, pero
eran hombres inspirados por el diablo, quien dirigía sus satánicas
influencias, especialmente contra los Hnos. White. Estos se vieron
en gran dificultad por un tiempo, pero finalmente fueron librados
por la gracia de Dios y sus propios y dedicados esfuerzos. Finalmen-
te el poder de Dios reposó sobre ellos, y desempeñaron una parte
prominente en la proclamación del último mensaje de misericordia.
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Pero la Hna. White tenía una provisión más abundante de sabiduría
divina y de amor que el resto no poseía. Este sueño ha fortalecido mi
confianza de que el Señor los dirigirá a ustedes para terminar la obra
de restauración que han comenzado, y que gozarán una vez más del
Espíritu de Dios como en el pasado, y aun en mayor abundancia. No
olviden que la humildad es la puerta que conduce a la rica fuente
de la gracia de Dios. Que Dios le bendiga a usted y a su esposa e
hijos y nos conceda vernos en el reino celestial. Suyo en los lazos
del amor cristiano,
“John Matteson”.
“Oakland, Wisconsin, 15 de julio de 1867”.
Este sueño me levantó un tanto el ánimo. Tenía confianza en
el Hno. Matteson. Antes de conocerlo en persona, su caso me fue
revelado en visión, en contraste con aquel de F de Wisconsin. Este
último era totalmente indigno de llevar el nombre de cristiano, y mu-
cho más de ser un mensajero; pero se me mostró al Hno. Matteson
como uno que poseía humildad y que, si sostenía su consagración,
sería calificado para dirigir las almas al Cordero de Dios. El Hno.
Matteson no tenía conocimiento de mis aflicciones mentales. Nun-
ca nos habíamos escrito, y el sueño que venía de él, en el tiempo
apropiado, me pareció como la mano de Dios que se extendía para
ayudarme.