Página 619 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Conflictos y victoria
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voz. En respuesta, mientras consideraba nuestra débil condición, y
el estado de la causa en el Oeste, y sintiendo que nuestros hermanos
necesitaban nuestro ministerio, yo decía: “Jaime, no podemos asistir
a estas reuniones en el Oeste, pero debemos hacerlo”. Entonces,
varios de nuestros fieles hermanos, viendo nuestra condición ofre-
cieron acompañarnos. Esto era todo lo que se necesitaba para tomar
la decisión. En nuestro nuevo coche salimos de Greenville el 29 de
agosto para asistir a la convocación general en Wright. Nos seguían
otros cuatro carruajes. El viaje fue cómodo y muy placentero en
compañía de esos bondadosos hermanos. La reunión fue victoriosa.
El 7 y 8 de septiembre disfrutamos una preciosa temporada
en Monterrey con los hermanos del condado de Allegan. Allí nos
encontramos con el Hno. Loughborough, quien había empezado
a captar las injusticias existentes en Battle Creek y se lamentaba
por la participación que había tenido en ellas, que habían hecho
daño a la causa y traído crueles preocupaciones sobre nosotros. Por
pedido nuestro nos acompañó a Battle Creek. Pero antes de salir de
Monterrey, nos relató este sueño:
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“Cuando el Hno. y la Hna. White vinieron a Monterrey el 7 de
septiembre, me pidieron que los acompañara a Battle Creek. Vacilé
respecto a ir con ellos, pensando que era un deber seguir atendien-
do los intereses de Monterrey y pensando, como se lo expresé a
ellos, que en Battle Creek la oposición era escasa. Después de orar
por varios días sobre el asunto, una noche me dispuse a descansar
pidiéndole ansiosamente al Señor luz sobre el asunto.
“Soñé que me encontraba con muchos miembros de la iglesia
de Battle Creek viajando en un tren. Los vagones eran tan bajos,
que casi no podía mantenerme de pie en ellos. Todos estaban mal
ventilados y hedían como si no hubieran sido ventilados por meses.
La ruta sobre la cual íbamos era áspera y a veces los vagones se
sacudían con violencia, algunas veces haciendo que nuestro equipaje
se cayera, y otras haciendo caer a algunos de los pasajeros. Teníamos
que estar parando para recoger nuestros pasajeros y equipaje o para
reparar los rieles. Algunas veces parecía que sólo trabajábamos y
avanzábamos muy poco o nada. En verdad éramos un grupo de
viajeros dignos de lástima.
“De pronto llegamos a una mesa giratoria, suficientemente gran-
de como para contener todo el convoy. Los Hnos. White estaban allí